El atlas de las nubes de David Mitchell
Cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra me revelaron un espectáculo inolvidable, sublime y aterrador al mismo tiempo. De la perenne oscuridad emergió primero una, luego diez, luego cientos de caras talladas en la corteza de los árboles por manos idólatras, como si un hechicero cruel hubiese inmovilizado a los espíritus del bosque.
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