El atlas de las nubes de David Mitchell
—Hice que lo trasladasen a nuestra planta de Kansas. En mitad de la nada y en pleno enero. Lo siento por su mujer, pero que no se hubiera casado con él. Se corrió el rumor y me pusieron el mote de Mister Li. Una mujer de verdad no habría tratado al pobre hombre con tanta crueldad, no, una mujer de verdad se habría tomado la broma como un halago. —Fay Li alisa una arruga del mantel—. ¿En tu trabajo también te toca lidiar con esa mierda? Luisa piensa en Nussbaum y Jakes. —A todas horas. —Tal vez nuestras hijas lleguen a vivir en un mundo libre, pero lo que es nosotras, olvídate. Tenemos que ayudarnos mutuamente, Luisa. Los hombres jamás moverán un dedo por nosotras. |