Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Puesta frente a la obligación de explicar por qué todo es tan difícil —por lo menos un rato— me creo que lo sé.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Puesta frente a la obligación de explicar por qué todo es tan difícil —por lo menos un rato— me creo que lo sé.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Lo compartido debería celebrarse en vez de dejarse atrás. «¡Qué maravilla esos cinco minutos en los que nos conocimos mejor que nadie! ¿No te parece? ¡Qué maravilla ese segundo en el que éramos lo único que existía sobre las estrellas del otro!»
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Dejar de hablar con quien alguna vez fue tu familia se verá como un acto de barbarie en el futuro. Es una de esas evoluciones que el hombre no ha terminado de completar. Las relaciones románticas que se terminan son relaciones muy íntimas, no sólo porque pasan por el cuerpo sino porque pasan por el conocimiento profundo del alma.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Entonces dejo de llamar por fin. No tiene sentido llamar sin tregua a un desconocido.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Ya no sé. Ya no sé por qué terminamos ni por qué debemos estar juntos, ni por qué lo necesito así. Sólo sé que me falta un pedazo que nadie llena (...)
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
A veces simplemente quiero acordarme de que alguna vez tuve una interacción normal con este ente con el que ahora no tengo más que intercambios llenos de silencios tristes.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Decidimos «ser amigos». Y así se abre una nueva brecha de distancia marcada por la simulación. Intercambios fríos en lo que nos contamos cómo va todo, sin contarnos un ápice de cómo va realmente.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Pero yo creo que más bien estoy comprobando lo difícil que es toparse con alguien que se vaya quedando sin que te des cuenta.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
A veces los más dulces dicen las cosas más sucias y una inesperada cantidad intercambia el «buenas noches» por un «te quiero» falso e innecesario.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Es fácil confundir cercanía y comodidad con amor, pero no cuando uno tiene el coeficiente sentimental ocupado con la obsesión de algo que se le perdió.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Quizá, si yo tuviera otra edad y el recuerdo inalcanzable del amor atacándome de más lejos, me daría por decidir que estoy enamorada de él (...)
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Me encanta que lleguen, con sus almas recién estrenadas, a sorprenderse con lo evidente y a sorprenderme con lo que yo nunca había notado.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
El problema es que me hice adulta por contraste con algo en donde de pronto no hay más que un agujero. Y todo —más que tristeza— me provoca ansiedad. Me siento como una hoja en blanco, pero no brillante y recién cortada, sino abandonada en el estante de una papelería, con las esquinas amarillitas.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Este esfuerzo de andarse buscando a uno mismo es de tiempo completo. Porque la duda es si uno está huyendo de quien es realmente o si uno se está persiguiendo porque no se conoce de inicio.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Nos fuimos acomodando en remolinos de intimidad que se alimentaban solos, de cosas que no hacía falta decir. Comprometidos sin hablar del futuro, acomodados en ese lugar del mundo al que pertenecíamos. Un amor inmejorable, enfermo, cotidiano, feliz. Demasiado bueno para ser verdad. Y ahora, perdido. No construyó nada. Vivimos en un departamento alquilado del que podemos irnos en cualquier momento, sin que quede rastro de que hubo ahí —o en cualquier parte— una vida compartida. |
Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Aprendimos a vivir con el otro, supimos entender qué es lo que queremos y lo que nos hace felices y lo que nos damos con gusto contra lo que nos quitamos sin querer. Uno se quita tanto cuando vive en comunidad, se lima tantas partes para embonar con el otro, hasta que decir «te quiero» es un alivio, porque es confirmación de que valió la pena el sacrificio. Te quiero a pesar de lo que hemos perdido, te quiero y aprecio los límites tersos de los que te has hecho para que quepamos en la misma cama.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Me quiere pero también sé que a veces me odia y le duelen ciertas partes de quién soy tanto como le fascinan otras.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Los halagos tenían que sentirse sinceros para valer y se volvían cada vez más difíciles de ofrecer. Las declaraciones de amor se esperan y no se agradecen.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Empezamos a perder la claridad de antes, la frescura con la que una emoción se recibía como una droga que estimulaba en vez de sólo curar. Quererse era una inyección de alegría, no una pomada para quitar el rastro de los días que han ido pasando.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Hacia el final, cuando dejó de caerme en gracia, me miraba como un perro golpeado, como si lo hubiera obligado a volverse ordinario, a preocuparse por el dinero, el alquiler y la vida diaria, como si fuera mi culpa ser tan básica, por haberle exprimido el amor a la locura de los huesos. Lo veía triste consigo mismo, conmigo, con querer tanto a alguien que no lo hacía mejor.
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