Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Decirme descuidada si soy la que lo cuida desde que se enamoró de mí y se dejó arrastrar a lo único que yo he querido hacer y él hubiera podido evitar: volverse un adulto.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Decirme descuidada si soy la que lo cuida desde que se enamoró de mí y se dejó arrastrar a lo único que yo he querido hacer y él hubiera podido evitar: volverse un adulto.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
(…) porque soy incapaz de dejar de cuidarlo, o de dejar pasar la oportunidad de que me deba un favor.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
—Uno tiene que estar feliz donde puede, si no puede estar feliz donde quiere.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Bueno, ¡para ya! —le digo a La Bestia—. Somos mujeres independientes, no necesitamos a un hombre de referencia para entender nuestro lugar en el mundo.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Es fácil encontrar gente de fiesta, es facilísimo hacer amigos mientras no sean de verdad.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Tuvimos la producción más elegante y la peli más mala. Pero nos la pasamos a todo dar.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
A mí me gusta quedarme con los niños, no porque sea yo muy niñera, sino porque me gusta la idea etérea de ser la tía rara de la infancia de alguien.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Vi una película que me salvó de pensar demasiado. El cine siempre salva. Me dormí temprano. Eso es lo que quise hacer con mi libertad. Vivir al límite está sobrevaluado.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Habría que empezar el largo proceso de separación que por fuerza viene tras el largo proceso de unión que sin querer van haciendo dos personas que se quieren.
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Pero sí lo conozco, como si nunca se hubiera ido, porque me quiso tanto y fuimos tan del otro como ahora somos del espacio en el que nos olvidamos.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
(…) lo conozco o, bueno, lo conocí, no sé del presente. No me acuerdo en qué tiempo, pero en uno pasado, era el amor de mi vida, el viejo de mi vejez, el papá de los hijos que no tengo. Era el agua de mi propio aliento, y la memoria que tiene mi piel —entre el cuello y el pecho— lo guardó tan cerca que puede sentir sus dedos recorriéndola.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
A veces lo que hay al final de la caída sorprende para bien.
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Finalmente la religión organizada no es más que sentirte parte de algo más grande que tú, no necesariamente Dios sino el hecho de que mucha gente se reúna al mismo tiempo a creer que las mismas cosas son sagradas. A mí me pasa eso con las historias, con la ficción, más que con nada, con el cine. Que se haya inventado una cámara y una película para que alguien que nunca he visto y quizá no veré me toque el alma es una conexión divina. |
Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Yo tocaba sus cosas, la puerta de su recámara, hacía esfuerzos conscientes por acordarme si colgaba su ropa o no la colgaba, acordarme de qué periódico estaba sobre la mesa de la sala, acordarme de lo más posible para tener un espacio en el que imaginármelo haciendo lo que fuera que hiciera el resto de los miles de minutos de la semana en que estaba fuera de mi vista.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Es mi influencia sobre él lo que no me gusta. No me gusta la versión de él que aparece cuando yo aparezco.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
— ¿Cómo estás? —me insiste. Y hay dos maneras de contestar esta pregunta. En una se abren unas compuertas que se nos han ido cerrando durante años, que dicen la verdad con todas sus complejidades, que están dispuestas a arrastrarse, a perder el miedo y la dignidad, a aferrarse a la mano del otro antes de que se salga de la cama irremediablemente: «Este brazo es mío y no te lo llevas aunque esté pegado a tu cuerpo». Esa primera respuesta acepta que todo es horrible y que eso no importa, nos deja listos para volver a lastimarnos cuantos más años nos queden. La segunda manera de contestar cierra las puertas, suelta el brazo, imagina que tiempo después quizá nos encontraremos por la calle y nos diremos: «Nunca dejé de quererte» o más cosas así terribles, pero lejanísimas. Las dos respuestas son igual de ciertas. Pero la primera continúa la batalla. La segunda está exhausta y es la que necesito dar: —Estoy bien —digo. —Okay —dice él. |
Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
(...) en general había en él un aire que me aseguraba que pertenecía a un lugar en el universo en el que yo no tenía acceso ni control. Y no tener control desde entonces y para siempre me ha dado miedo.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
(...) siempre decía cosas así, como al pasar, para que quedara claro que detrás de lo que decía había un pensamiento profundo, uno que su interlocutor tenía que poner trabajo en desentrañar.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
(…) hasta hoy me acuerdo de lo que se sentía caminar detrás de ella y no sentirse triste de no ser la importante, sino importante de ir a la sombra de alguien que veía en ti lo que nadie.
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Todos los días son nuestros de Catalina Aguilar Mastretta
Lo conocía. Lo conozco porque no se me va de la frente y que me pregunten por él me crea un hueco en ese lugar que las viudas se tapan con las manos cuando les hablas del pasado. Pero en la realidad de la calle y de la rutina, no sé de él.
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¿En qué año realizó Kubrick la adaptación de "Lolita" de Vladimir Navokov?