Joseph Balsamo: Memorias de un médico de Alejandro Dumas
Jamás mujer alguna saludó con más coquetería, ni reina con más majestad.
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Joseph Balsamo: Memorias de un médico de Alejandro Dumas
Jamás mujer alguna saludó con más coquetería, ni reina con más majestad.
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Joseph Balsamo: Memorias de un médico de Alejandro Dumas
¿Y quién diría que hemos de ser eternamente infortunados el uno por el otro, porque hemos sido dos meses felices el uno por el otro?
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Joseph Balsamo: Memorias de un médico de Alejandro Dumas
Hay una cosa en nuestras venas que se enciende, cuando anhelamos algo; cierta inquietud cuyo remedio se busca en los libros, que lejos de aminorarla, la fomentan
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Joseph Balsamo: Memorias de un médico de Alejandro Dumas
La púrpura de sus labios que formaban arcos caprichosos de transparente coral, blancas y afiladas manos, unidas a unos brazos torneados, y su talle esbelto al par que flexible, la semejaban a una bella estatua del paganismo a quien animara un soplo prodigioso
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El conde de Montecristo de Alejandro Dumas
Las heridas morales tienen la particularidad de que se ocultan, pero no ce cierran; siempre dolorosas, siempre prontas a sangrar cuando se les toca, quedan vivas y abiertas en el corazón.
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El conde de Montecristo de Alejandro Dumas
La alegría causa a veces un efecto extraño; oprime al corazón casi tanto como el dolor.
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El hombre de la máscara de hierro de Alejandro Dumas
Y en cuanto a ti hermano, volverás a prisión y llevarás la máscara que tanto odias, ¡la llevarás hasta que la ames!, y morirás con ella
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El hombre de la máscara de hierro de Alejandro Dumas
Pero yo estaba de servicio, se me ordenó ir a una puerta trasera de palacio, donde el confesor de la Reina, puso un bebé en mis brazos, aquella noche la Reina había dado a luz gemelos y el niño que yo llevaba era el menor de los dos, el rey descubrió que tenía dos herederos, había visto muchos reinos desgarrados por disputas entre hermanos y decidió en nombre de la paz deshacerse de uno, de ti Phillippe, ordenó que se te ocultara tu verdadera identidad, en su lecho de muerte confirmó tu existencia a Louis y tu madre, ella deseaba restituir tu derecho de nacimiento, pero ahora Louis era rey. Tenía miedo de matarte, pues todo su poder descansaba en la santidad de la sangre real, de modo que ingenió un modo de mantenerte oculto para siempre, por mi Patria, por mi Rey, compré la paz con tu vida y con mi alma, algún día te pediré que me perdones, pero no hasta que te haya restituido lo que es tuyo
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Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
En general, no se piden consejos más que para no seguirlos; o, si se siguen, es para tener a alguien a quien se puede reprochar el haberlos dado.
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El conde de Montecristo de Alejandro Dumas
"¡Cuando pienso -observó Caderousse, dejando caer su mano sobre el papel- que con esos medios se puede matar a un hombre con mayor seguridad que en un camino a puñalada! Siempre tuve más miedo a una pluma y un tintero, que a una espada o a una pistola."
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El conde de Montecristo de Alejandro Dumas
"Nunca se está en paz con los que nos hacen un favor -dijo Dantes-, porque aunque se pague el dinero, se debe la gratitud."
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El conde de Montecristo de Alejandro Dumas
"¿como cree que en política haya asesinatos? En política, querido mío, y vos lo sabéis tan bien como yo, no hay hombres, sino idea; ni sentimientos, sino interese; en política no se mata a un hombre, sino se allana un obstáculo."
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El conde de Montecristo de Alejandro Dumas
Cuando el abate Fría quiso comprar su libertad ofreciendo una pequeña fortuna al gobierno francés, el inspector de cárceles reflexiona: --Si realmente fuera tan rico, no estaría preso- añadió el inspectores con la sencillez del hombre corrompido. |
La Dama de las Camelias de Alejandro Dumas
Cuando la existencia ha contraído un hábito, como el de aquel amor, parece imposible que dicho hábito pueda cortarse sin destrozar al mismo tiempo todos los demás resortes de la vida.
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Los mil y un fantasmas de Alejandro Dumas
Siempre recordaré el espanto sombrío de que estaba rodeado. Los árboles no tenían ya hojas y torcían dolorosamente sus ramas descarnadas como grandes esqueletos. Un débil rayo de luna, que penetraba a través de largas nubes negras, iluminaba delante de mí un horizonte de tumbas blancas que parecían una escalera del cielo, y todas aquellas voces vagas de la noche que presidían mi despertar estaban llenas de misterio y de terror.
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Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
En cuanto a Milady, volvió a su sitio, y con una sonrisa de salvaje desprecio en los labios, repitió, blasfemando, el nombre terrible de Dios, por el cual jurara sin que nunca hubiese aprendido a conocerle. - ¡Oh, fanático insensato! - dijo- Mi Dios soy yo, yo y el que me ayude a vengarlo. |
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Ahora que te he arrancado los dientes, víbora, muerde si puedes.
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Historia de un muerto contada por él mismo de Alejandro Dumas
Y no Comprendo a los hombres que parecen odiarme tanto. Vuestros poetas, por ejemplo, que hablan de amor puro, no comprenden que al mostrar el amor que salva, inspiran la pasión que pierde; porque gracias a mí, lo que siempre buscáis no es una mujer como la Virgen, sino una pecadora como Eva.
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Historia de un muerto contada por él mismo de Alejandro Dumas
-Y bien, la muerte o el olvido, įno es lo mismo? La una es la tumba del cuerpo, la otra la tumba del corazón, eso es todo.
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Los mosqueteros II: El vizconde de Bragelonne: 2 de Alejandro Dumas
Era la segunda vez que se veía obligado a inclinarse ante la verdadera superioridad del corazón, mucho más poderosa que el esplendor de la inteligencia
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Cual es el nombre completo de Dumbeldore?