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El conde de Montecristo de Alejandro Dumas
Siempre tuve más miedo a una pluma y a un tintero, que a una espada o a una pistola.
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Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
El tiempo, querido amigo, el tiempo trae la ocasión, la ocasión es la martingala del hombre; cuanto más empeñado está uno, más se gana si se sabe esperar .
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Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Peléate venga o no venga a cuento, tanto más cuanto los duelos están prohibidos
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El collar de la reina de Alejandro Dumas
Un poco de hielo en los cristales era el lujo de la naturaleza unido al lujo de los hombres. El invierno posee sus diamantes, su polvera y sus bordados de plata para el rico, sumergido en sus pieles, o encerrado en su carroza, o envuelto en las sedas y los terciopelos de un cálido apartamento. Toda la escarcha es una pompa y toda intemperie un cambio de decorado, que el rico contempla, a través de los vidrios de sus ventanas, como una obra de ese grande y eterno arquitecto que se llama Dios.
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El conde de Montecristo de Alejandro Dumas
Solo el que ha experimentado el colmo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es preciso haber querido morir, amigo mío, para saber cuán buena y hermosa es la vida
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El conde de Montecristo de Alejandro Dumas
La alegría causa a veces un efecto extraño; oprime al corazón casi tanto como le dolor.
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Le collier de la reine de Alejandro Dumas
Sí, lo repito libre, después de haberlo dicho cautivo: sin el menor delito se pasan seis meses en la Bastilla. Cuando se me pregunta si volveré a Francia alguna vez, yo respondo: Seguramente, cuando la Bastilla sea convertida en un paseo público. ¡Dios lo quiera!
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Le collier de la reine de Alejandro Dumas
La joven, enervada, se confesaba a sí misma que todo en su pasado había sido decepción, error, que contra lo que sostenía el moralista: "la virtud produce la felicidad", era la felicidad lo que conducía indefectiblemente a la virtud.
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Le collier de la reine de Alejandro Dumas
La princesa sonrió, diciendo: - Estoy dispuesta, pero recordaré que la tortura está abolida. - Sí, la suprimí para los demás - dijo el rey con una sonrisa -, pero no para mí. |
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Le collier de la reine de Alejandro Dumas
¿Por qué tienes que repetir todas mis palabras? Cuando las oigo en tu boca, me hieren.
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Joseph Balsamo: Memorias de un médico de Alejandro Dumas
Contempla bien esta noche, joven: ve cuántas nubes, cuántas tempestades encierra. Sin duda veré yo la aurora que va a suceder a esta noche, porque no soy tan viejo que no pueda ver el día de mañana; pero tal vez empiece un siglo que vos veréis hasta el fin, y que encierra misterios que yo no veré.
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Joseph Balsamo: Memorias de un médico de Alejandro Dumas
Digo que conoce a todo el mundo, lo adivina todo, es contemporáneo de todas las épocas, ha vivido en todos los siglos; habla ... ¡oh Dios mío!, perdonadle tamañas blasfemias, habla de Alejandro, de César, de Carlomagno, como si los hubiese conocido, y según tengo entendido murieron hace muchos años.
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Joseph Balsamo: Memorias de un médico de Alejandro Dumas
Jamás mujer alguna saludó con más coquetería, ni reina con más majestad.
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Joseph Balsamo: Memorias de un médico de Alejandro Dumas
¿Y quién diría que hemos de ser eternamente infortunados el uno por el otro, porque hemos sido dos meses felices el uno por el otro?
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Joseph Balsamo: Memorias de un médico de Alejandro Dumas
Hay una cosa en nuestras venas que se enciende, cuando anhelamos algo; cierta inquietud cuyo remedio se busca en los libros, que lejos de aminorarla, la fomentan
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Joseph Balsamo: Memorias de un médico de Alejandro Dumas
La púrpura de sus labios que formaban arcos caprichosos de transparente coral, blancas y afiladas manos, unidas a unos brazos torneados, y su talle esbelto al par que flexible, la semejaban a una bella estatua del paganismo a quien animara un soplo prodigioso
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El conde de Montecristo de Alejandro Dumas
Las heridas morales tienen la particularidad de que se ocultan, pero no ce cierran; siempre dolorosas, siempre prontas a sangrar cuando se les toca, quedan vivas y abiertas en el corazón.
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El conde de Montecristo de Alejandro Dumas
La alegría causa a veces un efecto extraño; oprime al corazón casi tanto como el dolor.
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El hombre de la máscara de hierro de Alejandro Dumas
Y en cuanto a ti hermano, volverás a prisión y llevarás la máscara que tanto odias, ¡la llevarás hasta que la ames!, y morirás con ella
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Salambó