Los mosqueteros II: El vizconde de Bragelonne: 2 de Alejandro Dumas
Uno de los atractivos de la bondad es el de divertir menos que una mente malévola
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Los mosqueteros II: El vizconde de Bragelonne: 2 de Alejandro Dumas
Uno de los atractivos de la bondad es el de divertir menos que una mente malévola
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Los mosqueteros II: El vizconde de Bragelonne: 2 de Alejandro Dumas
Cuando uno llora, no siempre está uno loco
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Los mosqueteros II: El vizconde de Bragelonne: 2 de Alejandro Dumas
En un rincón del gabinete, recostado sobre unos cojines, estaba el caballero de Lorena, que acaban de hacerse rodar sus largos cabellos rubios, con los que jugueteaba como lo hubiera hecho una mujer
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El conde de Montecristo de Alejandro Dumas
“-Cuán buena sois en todo, y poseéis lo que la señorita Danglars no tendrá jamás; ese encanto indefinible que es en la mujer lo que el perfume en la flor, lo que el sabor en la fruta; porque no todo en una flor es el ser bonita, ni una fruta el ser hermosa”
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Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Digo que el amor es una lotería en la que el que gana, gana la muerte. Sois muy afortunado por haber perdido, creedme, mi querido D'Artagnan. Y si tengo algún consejo que daros, es perder siempre.
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El conde de Montecristo de Alejandro Dumas
No hay ni felicidad ni desgracia en este mundo, hay la comparación de un estado con otro, eso es todo. Sólo quien ha sufrido el extremo infortunio es apto para sentir la extrema felicidad. Hay que haber querido morir, Maximilien, para saber cuán bueno es vivir.
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El conde de Montecristo de Alejandro Dumas
(...)era uno de esos hombres de cálculo que nacen con la pluma detrás de la oreja y un tintero en lugar de corazón; todo en este mundo era para él resta o multiplicación, y una cifra le parecía algo más preciado que un hombre, cuando esa cifra podía aumentar la suma y ese hombre podía menguarla.
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Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Peléate venga o no venga a cuento, tanto más cuanto los duelos están prohibidos
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El conde de Montecristo de Alejandro Dumas
No hay felicidad o infelicidad en este mundo; solo hay comparación de un estado con otro. Solo un hombre que ha sentido la máxima desesperación es capaz de sentir la máxima felicidad. Es necesario haber deseado morir para saber lo bueno que es vivir
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La Dama Pálida de Alejandro Dumas
-Escuche- dijo la dama pálida con una solemnidad extraña-, dado que todo el mundo ha contado una historia, también yo quiero hacerlo. Doctor, no diga que la historia no es verdadera, es la mía...Ahora van a saber por qué soy tan pálida. En aquel momento un rayo de luz se deslizó por la ventana a través de las cortinas y, yendo a posarse sobre el canapé en que estaba tumbada, la envolvió en una luz azulenca que parecía convertirla en una estatua de mármol negro recostada sobre una tumba. Ninguna voz acogió la propuesta: pero el silencio profundo que reinó en el salón anunció que todos aguardaban con ansiedad. |
El castillo de Eppstein de Alejandro Dumas
Entonces fue cuando el conde recordó que era precisamente el día de Navidad, y que una antigua profecía de Merlín aseguraba que las condesas de Eppstein que falleciesen en la Nochebuena habrían de morir a medias tan sólo. Y Leonor era la primera condesa de Eppstein que había muerto en Nochebuena. Segismundo, pues, se había equivocado: no era que Ermangarda estuviese viva, sino que lo que se había producido era el fallecimiento de Leonor: la condesa muerta había acudido al besamanos de la emperatriz muerta, y ambos fantasmas se habían puesto a charlar durante diez minutos.
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Historia de un muerto contada por él mismo de Alejandro Dumas
Ves, pues, que el mal sobrevive a la muerte, y que si el hombre tuviera que escoger, preferiría la eternidad de la pasión a la dicha, y la prueba es que, por algunos años de pasión sobre la tierra, pierde la eternidad de la dicha en el cielo.
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Robin Hood de Alejandro Dumas
- Señor forastero, nuestro líder, Robin Hood, espera a su señoría para empezar a comer.
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Los mosqueteros II: El vizconde de Bragelonne: 2 de Alejandro Dumas
Pienso que estaré más vivo cuando yazga bajo la tierra de lo que estoy desde hace un mes.
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Los mosqueteros II: El vizconde de Bragelonne: 2 de Alejandro Dumas
Vuestro hermano, cautivo, olvidado, restringido, no soportará esa injuria, y Dios se llevará su alma a su debido tiempo, es decir, próximamente
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Los mosqueteros II: El vizconde de Bragelonne: 2 de Alejandro Dumas
De rabia, sí; de humillación. ¡Haberme visto obligado a rebajarme hasta suplicar, yo, el rey! Toda mi vida detestaré este momento. Hermana mía, me habéis hecho sufrir en un segundo más pesares de cuantos había previsto en las mas duras extremidades de esta vida.
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Los mosqueteros II: El vizconde de Bragelonne: 2 de Alejandro Dumas
D'Artagnan no tenía absolutamente nada que hacer en aquel mundo brillante y ligero
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Los mosqueteros II: El vizconde de Bragelonne: 2 de Alejandro Dumas
Los gentilhombres de Francia servimos a nuestros reyes sacrificándoles nuestras pasiones al igual que nuestra fortuna y nuestra vida; y cuando, por casualidad, el demonio nos sugiere uno de esos malos pensamientos que incendian el corazón, apagamos esa llama, aunque sea con nuestra sangre. De este modo salvamos tres honores a la vez: el de nuestro país, el de nuestro señor y el nuestro
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Los mosqueteros II: El vizconde de Bragelonne: 2 de Alejandro Dumas
No soy de una sangre cuya vivacidad se deje reprimir, mientras que vos, por el contrario, sois de una raza cuyas pasiones inspiran desconfianza a los buenos franceses
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Los mosqueteros II: El vizconde de Bragelonne: 2 de Alejandro Dumas
Colbert, salvo por lo que respecta a la grandeza personal y la grandeza de corazón, se parecía en muchos aspectos a Fouquet. Tenía la misma penetración, el mismo conocimiento de los hombres y, además, esa gran fuerza de contracción que da a los hipócritas el tiempo necesario para reflexionar y recogerse para tensarse
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Gregorio Samsa es un ...