Los mil y un fantasmas de Alejandro Dumas
Siempre recordaré el espanto sombrío de que estaba rodeado. Los árboles no tenían ya hojas y torcían dolorosamente sus ramas descarnadas como grandes esqueletos. Un débil rayo de luna, que penetraba a través de largas nubes negras, iluminaba delante de mí un horizonte de tumbas blancas que parecían una escalera del cielo, y todas aquellas voces vagas de la noche que presidían mi despertar estaban llenas de misterio y de terror.
|