Hasta donde termina el mar de Alaitz Leceaga
Algunas veces sabemos cosas que no sabemos que sabemos.
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Hasta donde termina el mar de Alaitz Leceaga
Algunas veces sabemos cosas que no sabemos que sabemos.
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Hasta donde termina el mar de Alaitz Leceaga
Las palabras tienen poder, por eso precisamente deben usarse con cuidado.
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Hasta donde termina el mar de Alaitz Leceaga
Para una madre no hay sufrimiento comparable en el mundo a perder a un hijo, es una crueldad.
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Hasta donde termina el mar de Alaitz Leceaga
Algunas veces las respuestas pueden ser más terribles que no saber la verdad, y también más dolorosas.
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Las dos vidas de Mina Índigo de Alaitz Leceaga
Hay muchos tipos de fantasmas: arrepentimiento, culpa, soledad..., Pero la mayoría de los espectros los invocamos nosotros mismos. Nosotros creamos nuestros propios fantasmas.
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Las dos vidas de Mina Índigo de Alaitz Leceaga
Hay muchos tipos de fantasmas, arrepentimiento, secretos, culpa, soledad.. pero la mayoría de los espectros los invocamos nosotros mismos.
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Las dos vidas de Mina Índigo de Alaitz Leceaga
Sólo hay una cosa que se propague más deprisa que un incendio,los rumores.
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Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
El destino es un camino de ida y vuelta, eso es lo que nadie te explica nunca.
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El bosque sabe tu nombre de Alaitz Leceaga
Alma me sonrió con esa sonrisa cruel y secreta que solo usaba cuando estábamos las dos solas y no le importaba que viera cómo era realmente.
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El bosque sabe tu nombre de Alaitz Leceaga
Sí. Llegará el día en el que ambas lamentemos haberle salvado la vida esta noche.
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Hasta donde termina el mar de Alaitz Leceaga
Por eso la paciencia es algo tan importante. Saber esperar: en esta vida hay un momento para cada cosa.
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Hasta donde termina el mar de Alaitz Leceaga
No era el tipo de personas que creían en leyendas, mitos o magia: sabía de sobra que el mal provenía de las personas.
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Hasta donde termina el mar de Alaitz Leceaga
Todos somos un poco responsables de nuestra propia desgracia.
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Hasta donde termina el mar de Alaitz Leceaga
Algunas veces las cosas que queremos simplemente no est¡an hechas, para nosotros, por mucho que las deseemos.
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Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
Y yo le creí porque siempre le creía, incluso cuando sabía que estaba mintiendo como ahora. Esas veces, también le creía.
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Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
—¿Qué es lo último de mamá que recuerdas? —quise saber de repente—. Yo recuerdo cuánto amaba sus libros y diarios.
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Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
Arreglarse era importante, a pesar del calor, a pesar de las malas cosechas y de la falta de futuro. No quería convertirme en una de esas chicas dejadas con las que ningún muchacho querría pasear del brazo por el centro de San Dionisio.
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Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
Por muy bien que te portes y por mucho que te esfuerces, no hay salvación posible para tu alma, hermanita. Dios nunca mira en tu dirección.
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