El bosque sabe tu nombre de Alaitz Leceaga
Mira, tienes dos opciones en esta vida, niña: o sonríes y haces todo lo que los demás se esperan de ti, o prepárate para que te critiquen hasta en el día de tu entierro.
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El bosque sabe tu nombre de Alaitz Leceaga
Mira, tienes dos opciones en esta vida, niña: o sonríes y haces todo lo que los demás se esperan de ti, o prepárate para que te critiquen hasta en el día de tu entierro.
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El bosque sabe tu nombre de Alaitz Leceaga
—Pues que sepas que va a hacerse cura por tu culpa. Si no te hubieras muerto o si le hubieras empujado a él para que muriera en tu lugar nada de esto habría pasado —continué—. Sabías exactamente cuándo ibas a morir y no hiciste nada por evitarlo. Podías haberte salvado de mil maneras diferentes. Ten por seguro que si yo hubiera estado en tu pellejo no me hubiera puesto a tiro de padre y de la escopeta del abuelo Martín. Pero claro, Alma la Santa se sacrificó para asegurarse seguir siendo santa toda su vida, o toda su muerte.
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Hasta donde termina el mar de Alaitz Leceaga
Para una madre no hay sufrimiento comparable en el mundo a perder a un hijo, es una crueldad.
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El bosque sabe tu nombre de Alaitz Leceaga
**A diferencia de los demás, usted y yo, vemos el mundo como es, en vey de cómo nos gusgtaría que fuera (p.453)***
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El bosque sabe tu nombre de Alaitz Leceaga
Mira, tienes dos opciones en esta vida, niña: o sonríes y haces todo lo que los demás se esperan de ti, o prepárate para que te critiquen hasta en el día de tu entierro.
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Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
Al diablo los que intentan aplastarnos para que seamos como ellos ansían.
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Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
Las penas son como las estaciones, mi querida Gloria. Parece que se quedarán con nosotros para siempre pero al final siempre se van.
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Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
Nuestra madre tenía también el pelo rojo: rojo como la sangre, rojo como el vino que produce esta tierra. Mamá era una endemoniada, igual que nosotras. Eso es al menos lo que todos cuentan de ella y puede que tengan razón, porque la noche de 1848 en la que ella nació, la comarca entera tembló abriéndose aquí y allá. Casi como si nuestra madre hubiera salido de las mismas entrañas de la tierra.
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Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
El poder es una cosa curiosa. Quien lo tiene cree que durará para siempre, como el amor en unos recién casados. Al poder le gusta creer que es eterno, irrompible. Pero la verdad es que siempre hay alguien, en algún lugar, planeando alzarse contra ese poder. Desobedecer.
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Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
Haber sido una víctima no te hace débil; al contrario. Yo lo he sido, durante muchos años, casi toda mi vida. Por eso sé que, aunque logres dejar atrás a todos los demonios que te persiguen, lo que de ellos se ha quedado dentro de ti, te atrapa. Es tu jaula particular.
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Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
No te quedes atada al dolor. Si se lo permites el dolor se repetirá una y otra vez hasta que no distingas nada más, hasta que no sepas siquiera qué día o qué año es. El dolor lo ocupa todo.
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Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
Las penas son como las estaciones. Parece que se quedarán con nosotros para siempre pero al final siempre se van.
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Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
Hay secretos peligrosos, secretos que es mejor contar para que no se conviertan en un cuchillo afilado que nos rasga la piel desde dentro. ¿Comprendes lo que digo? Si es un secreto de los que corta, es mejor contárselo a alguien.
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El bosque sabe tu nombre de Alaitz Leceaga
Algunos fantasmas buscan perdón, pero otros quieren venganza
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El bosque sabe tu nombre de Alaitz Leceaga
Tú eres como esas olas salvajes del Cantábrico que chocan y chocan sin descanso sin descanso contra la misma roca afilada intentando romperla. No puedes evitar el desastre porque te gusta romper y romperle. ¡Y pobre del que intente interponerse entre el mar y las rocas! No sabe lo que le espera.
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Las hijas de la tierra de Alaitz Leceaga
El dolor se cuela hasta por las rendijas más pequeñas, y se instala ahí. Anida en las grietas oscuras. Crece, crece y crece como un animal hambriento que se alimenta de todo lo demás, devorándolo. Hasta que solo queda él; el dolor.
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Hasta donde termina el mar de Alaitz Leceaga
Las palabras tienen poder, por eso precisamente deben usarse con cuidado.
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¿Cuál es el órgano que trasplantan a Cora?