Los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido.
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Los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido.
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El atroz cometa de sangre, en su loca carrera, debió de golpear también, retumba do, la apartada y pacífica estrella alcionica de su mundo de los libros.
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Sus ojos acostumbrados durante décadas a las delicadas y silenciosas letras del tamaño de patas de insecto, debieron de ver cosas terribles en aquel corral para hombres entre alambradas de espino.
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El mágico telescopio que le permitía contemplar el mundo del espíritu se rompió en mil pedazos
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Jakob Mendel miraba a través de sus gafas y desde aquella mesa cuadrada ese otro universo de los libros, que asimismo gira eternamente y renace transformado
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Debía saber que los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido.
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Cuando se ha pasado uno así treinta y seis años sentado cada día a una mesa, entonces esa mesa es como su hogar.
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Mendel ya no era Mendel, como el mundo no era ya el mundo.
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El atroz cometa de sangre, en su loca carrera, debió de golpear también, retumbando, la apartada y pacífica estrella alciónica de su mundo de los libros.
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En su mundo superior de los libros no había guerras, ni malentendidos, tan sólo el eterno saber y querer saber aún más números y palabras, títulos y nombres.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises