El color púrpura

De todos modos, ese Dios al que yo rezaba y al que escribía cartas es un hombre. Y como todos los hombres, es desconsiderado, olvidadizo e indiferente.

También fue duro lo que hizo Cristo, dice Shug. Y tuvo que aguantar. Recuerda que Él dijo: No matarás. Seguramente, quería añadir: Ni siquiera a mí. Sabía muy bien la clase de imbéciles que tenía delante.

Estoy tan serena. Si viene, yo feliz. Si no, contenta.Y entonces caigo en que puede que esta sea la lección que yo tenía que aprender.

El que yo la quiera no le quita ningún derecho.

¿Quién soy yo para decirle a quién ha de querer? Lo mío es querer y nada más.

Una margarita africana y una margarita inglesa son flores las dos, pero de diferentes clases.