Su belleza me dejaba sin argumentos. Sus ojos me obligaban a darle la razón. No quería perderla.
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Su belleza me dejaba sin argumentos. Sus ojos me obligaban a darle la razón. No quería perderla.
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Fue un erudito que logró ocultar lo que sabía. Hablaba doce idiomas y logró guardar silencio en todos ellos.
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En este país, quienes leemos en serio acabamos por conocernos tan bien que nos tememos. No es fácil prestarle libros a alguien que los ama lo suficiente para no devolverlos. Entre perder una amistad y perder un libro, cualquier bibliófilo prefiere perder una amistad.
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Vivo entre libros. Conozco su circulación, la manera en que se ordenan, la dificultad para obtenerlos y preservarlos. Trabajo en una biblioteca. Una conferencia se parece al préstamo de un libro, quien habla es un intermediario. Tal vez en el futuro todos los libros se descarguen en una tableta encendida y sus letras caigan como una lluvia solitaria, tal vez soy uno de los últimos prestamistas que unían a las personas a través de los libros. Supongo que no seremos totalmente prescindibles; no del todo. Los volúmenes impresos en papel obligan a que las personas se conecten; pasan de unas manos a otras. Mientras haya necesidad de encontrar otras manos, habrá libros de papel. Lo más importante de los libros son las manos que los entregan.
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La literatura es un lugar en el que llueve. He dedicado buena parte de mi vida a coleccionar chubascos literarios. No soy un profesor ni una eminencia, pero vivo entre libros y me gusta compartir hallazgos. Me he quemado las pestañas buscando citas. La frase es arcaica, lo sé. Es más vieja que yo, viene de cuando se leía con velas. |
Leer es una actividad mecánica. Puede ser cumplida por un autómata, un autómata ilustrado, eso sí. La lectura no exige tener ideas propias, pero sí seguir el ritmo de las frases, algo más difícil de lo que parece…
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Fernando Pessoa: alguien de voz baja, que vivía de prestado en una lechería y murió como pidiendo disculpas. Lo último que dijo fue: “Denme mis anteojos”. Es la última voluntad de un lector. Quería leer en el más allá.
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Llueve mejor en la imaginación.
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La amé con una intensidad desconocida, que no me da vergüenza confesar.
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Esto me pareció una señal, aunque todo me hubiera parecido una señal. El amor es un intérprete obsesivo
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Como agua para chocolate