El infinito en un junco

Los arqueólogos han encontrado un rollo de papiro bajo la cabeza de una momia femenina, casi en contacto con su cuerpo.
Ese rollo contiene un canto particularmente hermoso de la Ilíada.
Supongo que aquella lectora entusiasta quiso asegurarse de tener libros en la otra vida y de poder recordar las aladas palabras de Homero más allá del río del olvido, que, según sus creencias, cruzaría para llegar al mundo de los muertos.

Imaginemos por un instante que cada uno de nosotros tuviéramos que dedicar meses enteros de nuestra vida a hacer copias a mano, palabra por palabra , de nuestros libros más queridos, para evitar su extinción. ¿Cuántos se salvarían ?

¿Nuestra perezosa memoria viene a ser una agenda de direcciones donde buscan información, sin rastro de la información misma? ¿Somos en el fondo más ignorantes que nuestros memoriosos antepasados de los viejos tiempos de la oralidad?

La pasión del coleccionismo de libros se parece a la del viajero. Toda biblioteca es un viaje; todo libro es un pasaporte sin caducidad.

El libro ha superado la prueba del tiempo, ha demostrado ser un corredor de fondo. Cada vez que hemos despertado del sueño de nuestras revoluciones o de la pesadilla de nuestras catástrofes humanas, el libro seguía ahí. Como dice Umberto Eco, pertenece a la misma categoría que la cuchara, el martillo, la rueda o las tijeras. Una vez inventados, no se puede hacer nada mejor.

Los reyes usaron las enormes ventajas del poder absoluto para enriquecer su colección. Si era preciso rebanar cuellos o arrasar cosechas para hacerse con un libro codiciado, darían la orden de hacerlo diciéndose que el esplendor de su país era más importante que los pequeños escrúpulos.

"Escribir es intentar descubrir lo que escribiríamos si escribiésemos". Así lo expresa Marguerite Duras, pasando del infinitivo al condicional y luego al subjuntivo, como si sintiese el suelo resquebrajarse bajo sus pies.

Siempre me asusta escribir las primeras líneas, cruzar el umbral de un nuevo libro. Cuando he recorrido todas las bibliotecas, cuando los cuadernos revientan de notas enfebrecidas, cuando ya no se me ocurren pretextos razonables, ni siquiera insensatos, para seguir esperando, lo retraso aún varios días durante los cuales entiendo en qué consiste ser cobarde.

los títulos se han transformado en poemas mínimos; barómetros, mirillas, ojos de la cerradura, carteles luminosos, anuncios de neón; la clave musical que define la partitura venidera; un espejo de bolsillo, un umbral, un faro en la niebla, un presentimiento, el viento que hace girar las aspas.

El libro es nuestro compañero perenne, nuestro aliado en "La lucha por preservar nuestras creaciones valiosas: las palabras, que son apenas un soplo de aire; las ficciones que inventamos para dar sentido al caos y sobrevivir en él; los conocimientos verdaderos, falsos y siempre provisionales que vamos arañando en la roca dura de nuestra ignorancia.