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Nos introducimos a la historia de dos niños nacidos el mismo día. Similares en su apariencia y distintos en su origen. Por un lado tenemos a Tom Canty, nacido en una familia humilde donde no se le deseaba. Obligado a la mendicidad y víctima de constantes maltratos por parte de su padre y abuela. Su único consuelo, las lecturas que alimentaron su sentimiento de ver un día a un príncipe, lo cual ocurre al encontrar a Edward, el otro niño de esta história. Edward, príncipe de Inglaterra, futuro Edward VI, hijo de Enrique VIII, lo tiene todo. Incluso personal que lo dispone todo para el, hasta labores sencillas que podría hacer por si mismo. Un día, defiende a un niño mendigo y en un inocente intercambio, empieza una proeza de la que ambos tendrán que aprender muchas cosas, en compañía de diversos amigos y salvadores. Esta historia me pareció bastante interesante. Su tinte histórico, el reflejo de las condiciones de pobreza y miseria que sufría la Inglaterra de ese entonces, el cómo encajan los personajes históricos allí presentados. Es evidente que el mayor peso de la historia recae en Edward, pues es el que más tiene que aprender de los dos, y ello lo logrará a través de las penalidades que vivirá en su nueva condición. El personaje de Tom me gustó, pero siento que le falto más historia y una resolución para el con más substancia. aun así, Twain hizo un buen trabajo con esta obra.
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Tim Ingold se aleja de la teorización académica post-androcéntrica y posthumanista para pasar a la acción, pues el autor argumenta que, en toda construcción teórica, irremediablemente y a pesar de las buenas intenciones, el ser humano sigue estando en el centro de toda consideración. En Correspondencias, Ingold presenta el planeta como protagonista, como un todo interrelacionado, sin fisuras ni fronteras. Y, como ya demostró en obras precedentes como Líneas, sus amplios conocimientos sobre múltiples disciplinas le permiten tejer esta oda a la naturaleza a través del arte, las leyes de la física o episodios de la historia de la humanidad, entre muchas otras referencias.
La lectura de estos 27 textos nos traslada inevitablemente a los bosques y océanos con los que dialoga, a los que describe con sublime sensibilidad, con un estilo que recuerda a los paseos de Henry David Thoreau o Mark Twain. En cada página transmite el amor visceral que profesa hacia cada uno de los elementos naturales que observa más allá de lo visible, sea una roca, el bosque como sistema o un copo de nieve; sean acciones que compartimos (o no) con nuestros cohabitantes del planeta como la necesidad de buscar refugio o el hecho de volar.
Lee un fragmento de "Correspondencias. Cartas al paisaje, la naturaleza y la tierra" en el Blog de Gedisa:
https://gedisaeditorial.wordpress.com/2022/10/01/correspondencias-tim-ingold-nos-regala-sus-cartas-de-amor-a-la-tierra/