El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

Esta novela y la editorial los conocí hace unos años en un evento que aunaba una cata de vinos D.O. Rioja, maridada con productos riojanos y amenizado con Impedimenta y sus libros.

La leí el verano pasado cogiendo el libro en la biblioteca @bibliotecadelarioja y no la reseñé entonces porque estaba bloqueada.
A pesar del tiempo transcurrido no he olvidado su historia y lo que me produjo leerla.
Tengo sentimientos encontrados porque ¿se puede escribir de una forma sutil y delicada, rozando la poesía en muchas de sus frases una historia tan dura? Sí, se puede. La autora lo consigue con creces.

Dolor, rabia, ira, compasión, cariño, duelo, perdón, esperanza.
No puedo resumirlo de otra forma, no puedo decir nada más que la leas y me digas si he conseguido transmitirlo sin contar nada.

¿La habéis leído?
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Por cierto, me encanta cómo edita Impedimenta todos sus libros. Siempre me entran por los ojos y después, por el corazón.

Leer es un arte que se siente, se vive y algunas veces se sufre. 𝘌𝘭 𝘷𝘦𝘳𝘢𝘯𝘰 𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘪 𝘮𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘵𝘶𝘷𝘰 𝘭𝘰𝘴 𝘰𝘫𝘰𝘴 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘦𝘴 de la escritora moldava 𝘛𝘢𝘵𝘪𝘢𝘯𝘢 𝘛𝘪𝘣𝘶𝘭𝘦𝘢𝘤 es una de esas historias que dejan sensaciones indescriptibles e inclasificables. Después de haberlo leído hace ya algunos días, todavía no sé muy bien qué decir que no se haya dicho ya.

La opera prima de Tatiana explora las relaciones maternofiliales a través de la voz de Aleksy durante unas vacaciones de verano poco comunes. Este es el momento en el que se despliega una marea de sentimientos sin tregua: abandono, desesperación, desprecio, amargura, rencor, etc.

Con ayuda de un lenguaje crudo, doloroso y, al mismo tiempo, poético y bello, asistimos a la reconversión de todos esos sentimientos con la reconciliación entre una madre y su hijo, lo que termina siendo un viaje hacia lo inevitable; un viaje hacia al interior de un corazón roto.

Esta historia, tan breve como intensa, está construída con la precisión de un escultor que quiere eliminar de la piedra el material sobrante y dañado, para extraer de ella un cuerpo lúcido y real. Porque, para quien no la haya leído todavía, debe saber que habrá momentos en los que la piel se le erice a consecuencia de lo desoladora y amarga que es la narración. Aquí, no hay una sola frase dulcificada (como podemos comprobar desde la primera página). Es un texto escrito desde las vísceras.

Sentir las palabras es entenderse con quién las escribe, es conectar con su interior, y yo... he conectado con Tatiana durante estos últimos días de verano ¡Vaya que si he conectado!

Este es uno de los libros más hermosos, desgarradores y dolorosos que he leído nunca. Me ha roto en dos, y con cada página trataba de no desmoronarme, menos aún teniendo a mi madre sentada en el sofá de al lado.

No es un libro para todo el mundo, creo que debes estar preparado para lo que viene, porque posiblemente si esta novela hubiera llegado a mis manos hace cuatro meses no habría podido acabarla. No siempre tenemos la mente clara y no siempre podemos leer sobre una historia sobre una "madre" sin derrumbarnos.

Del mismo modo que con "Una madre" de Alejandro Palomas, no he podido evitar ver a "mi mamá" en muchas de las escenas narradas. La evolución de Aleksy en la relación con su madre en un verano, la forma en la que miraba (en pasado) y acabó mirando a aquella que le dio la vida, los ojos vivos de una madre...

Me cuesta imaginar que alguien pueda leer esta novela sin sentir una profunda presión en el pecho, sin evocar recuerdos de su niñez, adolescencia, madurez, o sin desear poder compartir el resto de sus días de la mano de su mamá, ese ser de luz que, en mi caso, no me regaló la vida una única vez, me la da cada día que me despierto y me deslumbra con su preciosa sonrisa.

Sin duda va a ser uno de los mejores libros que he leído este año.

¿Cómo se puede narrar una historia tan sumamente dura, de una forma tan bella y a la vez tan sencilla de leer? La forma de esta novela es increíble en muchos aspectos, en la belleza de sus palabras, en su estructura, en la capacidad de dibujarnos y hacernos entender a la madre aunque la historia esté contada en primera persona por el hijo. Su manera de llevarnos por diferentes sentimientos a lo largo de la novela.

Empecé a leerla y no pude soltarla hasta acabarla.

Esta es una novela que nunca te imaginarías, ¿por qué? porque tiene una trama original y única, con capítulos cortitos llenos de emociones, con un protagonista tan potente que absorbe la historia por completo.

El verano que mi madre tuvo los ojos verdes es la historia de un hijo y su madre, de un hijo y el resto de su vida y familia, de un hombre que cuenta su propia historia a su manera.

Si estás buscando una historia familiar pero como nunca antes habías leído una, ésta es tu siguiente lectura.

• No estoy acostumbrada a este tipo de narrativa tan intimista. A ver si me aclaro a dar mi opinión que, tras muchos días de digerir la lectura, es positiva.

• Es una historia que explora la relación materno filial.
En el comienzo de la novela Aleksy odia a su madre y habla de ella con una rabia y un odio que me impactó mucho, tanto que dudé en seguir leyendo. Pero continué, y menos mal.
La novela en sí trata sobre cómo evoluciona esta relación entre madre e hijo. Cómo Aleksy pasa de odiar a su madre y sus ojos oscuros a conocerla realmente y disfrutar de ese verano en que su madre tuvo los ojos verdes.
Habla sobre rabia, odio, no sentirse comprendido, la soledad... Pero también habla sobre la reconciliación, el amor por las madres y los hijos, los recuerdos, el arte, la muerte, la comprensión.

• Toca el palo duro de la enfermedad mental. Este tema me atrae tanto como me abruma. Y aunque la narración en muchas ocasiones es cruel, destila rabia y es demasiado directa (a la yugular) creo que ha sabido plasmar este tema bastante bien.

• Para mí ha sido una de esas historias que tengo que dejar reposar unos días y pensar en ella de forma renovada. Y mi conclusión es que sigo pensando en esta historia, sigo extrapolando la relación entre ellos a la mía con mi propia madre. Sigo sintiendo esa ternura que me produjo la historia, ese vuelco en el pecho. Porque los libros son más que palabras, y cuando te calan hondo y te sientes identificada en algunos aspectos, es difícil salir ilesa de ahí.

• El único "pero" es que se me ha hecho corto (tiene menos de 300 pg) y hubiera preferido escenas más desarrolladas. Aún así, 100% recomendada, a pesar de que no sea una historia para todo el mundo.
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Fruto de la recomendación de su psiquiatra, Alesky nos cuentan de primera mano como fue aquel último verano que él y su madre pasaron juntos. Él padece un grave trastorno psiquiátrico y ella estaba en el último estadio de un cáncer muy agresivo.


Alesky nos habla de una infancia y adolescencia muy difíciles con momentos de mucho sufrimiento de los que surge la hostilidad que le inspira su madre.


Sin embargo, ese verano le serviría para descubrir que ese odio, en realidad, ha sido fruto una mentalidad infantil que no le permitió ver más allá de su particular punto de vista. 


En ese tiempo compartido conocería, por fin,a la mujer que fue su madre y será el momento de compartir secretos y pedir perdón.


Un verano de reconciliación, emotivo, crudo e inolvidable, que cambiaría drásticamente la vida de Alesky.

Preciosa novela.

Llevo detrás de este libro mucho tiempo. Pero no sé por qué, tanta expectativa, me dio mucha pereza.
Supongo que sería el miedo a la decepción.

Finalmente, lo he leído, más bien devorado en un par de días. El principio, ya me dejó con el corazón en un puño. Un principio duro, triste.
Cada vez que me iba sumergiendo más y más, no podía parar de leer. Me ha enganchado y destrozado a partes iguales. Me veía ahí, mirándolos en esa casita, espiándolos desde fuera a través de una mirilla.
Sufriendo por todo lo vivido, y llorando en cada reencuentro.
Esta historia, es una historia de tantas. Familia desestructurada, hijo con problemas, sufrimiento. Pero de repente, una redención y una enfermedad. Poder asomarse a lo que pudo haber sido, pero sólo un poco.
Un pellizco grande, porque esa historia, pudo haber sido la nuestra. O la de tu vecino.

He de decir, que el final me ha dejado vacía. Me ha dejado con ganas de más. ¿Qué pasó con Moira?
¿Qué pasó después de la muerte? No me llegan los días del verano, se me ha hecho corto.
💔

Un libro que me fascinó tanto que dejó sin palabras durante semanas, una historia habla por sí misma, no necesita que nadie la defienda. Renueve y emociona. ¿Qué decir ante una historia tan dura contada de una forma tan bonita?
 
Aleksy se dispone a pasar un verano con su madre, a quien detesta y con quien apenas ha convivido en los últimos años porque está interno en un centro. Durante esos meses, la relación entre ambos sufrirá una serie de cambios. Mientras vemos su día a día en un pueblo de costa francés, conoceremos desde los ojos de Aleksy la historia de su vida y la de su familia narrada desde el futuro, en forma de recuerdo, permitiendo conocer así al Aleksy adolescente y adulto.
 
Es brutal el impacto que tiene la novela al presentarnos una relación maternofilial que rompe de forma directa con esa casi sacralidad con la que se nos ha hablado siempre de ese tipo de relaciones. Desde la página uno vemos a un hijo que odia a su madre. La odia con todas sus fuerzas. Cada descripción cada frase que le dedica vemos desde sus ojos la imagen terrible que tiene de su madre.
 
La muerte se presenta, una y otra vez, como un punto de inflexión capaz de darle un vuelco a la vida de Alesky. Pero como lectores, podemos ver cómo no es el único afectado. El dolor de una pérdida puede abrir grietas insalvables en una familia. Así, de alguna forma durante ese verano, la muerte cobra un papel diferente, cerrando el circulo, ayudando a tender puentes. La relación de madre e hijo se va desvelando poco a poco, capa a capa, dándole una profundidad y una justificación a todo lo en un principio no logramos entender.
 
Me gustó muchísimo como a pesar de tener un narrador que habla principalmente de sí mismo, la autora logra construir de maravilla el personaje de la madre. Me encantó ver a la mujer, más allá de ‘la madre', alguien con una vida difícil y que ha hecho las cosas “como ha podido”. Alguien a quien como poco, entiendes.
 
A pesar de que sin duda el libro se centra en esa relación madre-hijo, toca muchos otros temas como la salud mental. Aleksy pasa una gran parte de su vida en una institución psiquiátrica y le vemos convivir con alucinaciones, crisis y brotes… Se habla de la estigmatización que sufre la familia y el doble rasero de la sociedad y la falta de un sistema de apoyo para quienes lo necesitan. También de la vida de las familias inmigrantes en Londres, a partir del personaje de la abuela, uno de esos, que, a pesar de su papel secundario, ayuda a sostener, no solo la novela, sino a esa familia. Y del mundo del arte, cuyo sistema no sale muy bien parado, pero también del proceso creador cuando este surge del dolor.
 
Una novela sensorial y muy visual, donde las descripciones del ambiente, los colores, de los pequeños momentos de la vida cobran un brillo especial gracias a la pluma de Tibuleac, que parece convertir lo anodino en poesía. Pero donde la autora demuestra que no solo es capaz de escribir bonito, sino de hacer un trabajo increíble de construcción psicológica de personajes rotos. No fácil meterse en tantos jardines y que salga bien (y más en un libro tan corto): duelos no superados, enfermedades, precariedad, falta de atención y cariño, abandono, segundas oportunidades, ganas de vivir…
 
Un libro que tras el impacto inicial, leí con enorme pena. Y mira que para nada cada capítulo es triste pero como desde muy pronto sabes lo que va a ocurrir lo esperas con angustia y dolor. Lo cual es lógico y prueba la genialidad de la novela, la autora coloca en la piel de Aleksy. El último capítulo me pareció el broche de oro, que podría hasta funcionar por si mismo, como un relato.
 
Un libro precioso sobre el amor. Por supuesto de mucho más, sobre el perdón, la culpa, el duelo, los recuerdos… ¿Y acaso todo eso no es también otras formas que toma el amor?

Un verano será suficiente para que hijo y madre se reencuentren y se reconcilien.
Una madre que nunca mostró afecto por su hijo, un hijo que se sintió solo.
Pero ese verano una enfermedad terminal los unirá para remover sus vidas, sus sentimientos, sus carencias. Ambos han sufrido el abandono de un padre y el fallecimiento de Mika (hija y hermana pequeña), esto junto al trastorno psiquiátrico de él, el odio feroz hacia su madre, y la cercanía de esta a su muerte, llena el relato de dureza y de dolor.
Es un libro con muy buena aceptación por parte de las lectoras, con excepcionales críticas, pero a mí personalmente no me ha resultado tan intenso ni me ha llegado tanto.