El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

Me pareció un libro espectacular. Desde la primera página quieres saber el por qué de esa animadversión del protagonista hacia su madre y, según avanza la novela, empatizas con los dos personajes principales: Aleksi y su madre. Me hizo llorar como hacía años que no conseguía un libro, te destroza y recompone cien veces. Se ha convertido en uno de mis libros favoritos sin ninguna duda.

Sublime.

Desde el principio te engancha con su crudeza y realismo. Acabas amando a cada personaje, entiendes su dolor y su forma de amar. Preciosa historia llena de odio y perdón.

Lectura fácil gracias a sus capítulos cortos.
Repetiré con esta autora. Un gran descubrimiento.

Una obra llena de dolor y rebosante de emociones donde podemos ver cómo la relación de un hijo y una madre cambia drásticamente en un verano.

La prosa me ha encantado y cada frase referente a los ojos de su madre es una joya. Sin embargo, creo que en algunos momentos se abusa demasiado de metáforas que no son necesarias.

Si tuviera que ponerle una pega más sería que todo se describe de manera intensa, pero superficial, y esto en ocasiones no me ha permitido empatizar con algunos personajes.

A pesar de todo esto, lo recomiendo. :)

¡Hola hola! 🌻

Empezamos febrero con un libro del que no se para de hablar y que me ha dejado con un encogimiento de hombres bastante grande. Y no es que sea insensible, al contrario, soy una persona que siente mucho.

Sin embargo, este libro no es la idea con la que yo iba: El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, de Tatiana Tìbuleac.

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Alesky es un joven que nunca ha tenido una buena relación con su madre. de su padre maltratador ya ni hablemos. A parte, su hermana, a quien adoraba, ya no está y lo único que le queda es una vacío que llena con pastillas.

Alesky se convertirá en un pintor famoso y la ausencia de las personas que menos se pensaba que extrañaría, harán que rememore como parte de una terapia el último verano que pasó con su madre.
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Lo vendían como lacrimógeno. Yo no lo percibí así. A mi me dejó una situación de pena y de incomodidad con la situación del protagonista a quien la vida se le quedó estancada en un limbo.

Le faltan partes, me pareció una historia incompleta en la que tienes que imaginarte tú lo que pasa y no te lo explica, entendiendo menos a sus personajes.

Aún así es un libro con frases memorables y a la que las reflexiones sobre el avance de la enfermedad calan hondo.

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La palabra "Perdón" es lo único que se necesita para escribir como comentario y resumen de este libro y lo demás sobra...

Un libro que empieza con la siguiente frase, muy dura, " Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás..." ya nos da idea de lo que nos vamos a encontrar: años de desencuentros, rencor, enfados, ...pero al final...amor y perdón. Tarde? Quizás sí y aunque quieran recuperar el tiempo perdido es precisamente lo que no les queda... un verano solamente!

Tatiana Tibuleac consigue tocarte muy duro en el corazón y aunque hay momentos desgarradores porque en la no-relación madre-hijo vence el amor de la madre y hace que a Alesky, nuestro protagonista, pasemos de odiarlo por tanto desprecio hacia ella a quererlo e incluso a admirarlo.

Me quedo con el contraste de emociones que te atrapan y conmueven.
Solo puedo deciros que si no lo habéis leído, leedlo, no os dejará indiferentes.

Este libro estaba en mi lista de pendientes desde hace mucho. Sabía que era un libro muy duro y crudo y si digo la verdad no encontraba el momento de leerlo porque no sabía cómo me iba a afectar. Cuando lo vi disponible en la biblioteca no me lo pensé, ya no había excusa para leerlo, y qué bien haberlo leído, creo que este era mi momento.
Es un libro muy duro, de relaciones maternofiliales, en el que todos los sentimientos tienen cabida. Rabia, enfado, rencor, amor y perdón.
Me ha encantado, se me ha encogido el corazón un poquito mientras la leía, a lo largo de su lectura he pasado por muchos sentimientos, al principio me incomodaba, luego me ha enternecido. No le puedo sacar una pega al libro, es un libro de los que te conmueven y eso no pasa con muchos libros.
Poco más que decir, leedla si no lo habéis hecho, no os va a dejar indiferente.

Mucho había leído sobre este libro, pero no imaginé que sería una historia tan desgarradora. Es dura, muy dura, tanto que en muchos momentos se me ha encogido el corazón. Lo bueno es que los capítulos son muy cortitos y su lectura es muy ágil. Si llega a ser un libro denso lo hubiese abandonado a los pocos capítulos.

Por lo anterior dicho puede dar la sensación de que no me ha gustado, pero ha sido todo lo contrario. Sí me ha gustado, pero la actitud de los personajes y ciertas escenas tan crudas puede que no sea para lectores que se impresionan con facilidad.

Todos podemos ser esa madre y ese hijo. Se dicen todo a la cara, sin sutilezas, aún sabiendo que están provocando un terrible daño. Pero saben que se tienen el uno al otro para lo que necesiten y en el fondo se quieren mucho.

"Los ojos de mi madre eran mis historias no contadas".

Uno pensaría que a una madre no le caben defectos, que criticar a una madre con crudeza, desprecio es imposible, ¿Quién escribiría algo así?

Aquí está, esta historia habla con extrema rudeza de la relación de un hijo y una madre, que no se entendieron, que no se conocieron, pero que tuvieron una última oportunidad, un último verano, que los unió para siempre, que los sano y los libero del odio, la traición, la perdida y el abandono, es una cruel historia que te atrapa y te lleva a través de los recuerdos del protagonista, nos recuerda que atrás de cada decisión hay una historia, una historia que depende como sea contada nos convierte en víctimas o victimarios.

Esta novela y la editorial los conocí hace unos años en un evento que aunaba una cata de vinos D.O. Rioja, maridada con productos riojanos y amenizado con Impedimenta y sus libros.

La leí el verano pasado cogiendo el libro en la biblioteca @bibliotecadelarioja y no la reseñé entonces porque estaba bloqueada.
A pesar del tiempo transcurrido no he olvidado su historia y lo que me produjo leerla.
Tengo sentimientos encontrados porque ¿se puede escribir de una forma sutil y delicada, rozando la poesía en muchas de sus frases una historia tan dura? Sí, se puede. La autora lo consigue con creces.

Dolor, rabia, ira, compasión, cariño, duelo, perdón, esperanza.
No puedo resumirlo de otra forma, no puedo decir nada más que la leas y me digas si he conseguido transmitirlo sin contar nada.

¿La habéis leído?
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Por cierto, me encanta cómo edita Impedimenta todos sus libros. Siempre me entran por los ojos y después, por el corazón.

Leer es un arte que se siente, se vive y algunas veces se sufre. 𝘌𝘭 𝘷𝘦𝘳𝘢𝘯𝘰 𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘪 𝘮𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘵𝘶𝘷𝘰 𝘭𝘰𝘴 𝘰𝘫𝘰𝘴 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘦𝘴 de la escritora moldava 𝘛𝘢𝘵𝘪𝘢𝘯𝘢 𝘛𝘪𝘣𝘶𝘭𝘦𝘢𝘤 es una de esas historias que dejan sensaciones indescriptibles e inclasificables. Después de haberlo leído hace ya algunos días, todavía no sé muy bien qué decir que no se haya dicho ya.

La opera prima de Tatiana explora las relaciones maternofiliales a través de la voz de Aleksy durante unas vacaciones de verano poco comunes. Este es el momento en el que se despliega una marea de sentimientos sin tregua: abandono, desesperación, desprecio, amargura, rencor, etc.

Con ayuda de un lenguaje crudo, doloroso y, al mismo tiempo, poético y bello, asistimos a la reconversión de todos esos sentimientos con la reconciliación entre una madre y su hijo, lo que termina siendo un viaje hacia lo inevitable; un viaje hacia al interior de un corazón roto.

Esta historia, tan breve como intensa, está construída con la precisión de un escultor que quiere eliminar de la piedra el material sobrante y dañado, para extraer de ella un cuerpo lúcido y real. Porque, para quien no la haya leído todavía, debe saber que habrá momentos en los que la piel se le erice a consecuencia de lo desoladora y amarga que es la narración. Aquí, no hay una sola frase dulcificada (como podemos comprobar desde la primera página). Es un texto escrito desde las vísceras.

Sentir las palabras es entenderse con quién las escribe, es conectar con su interior, y yo... he conectado con Tatiana durante estos últimos días de verano ¡Vaya que si he conectado!