Entre las nueve de la noche y las seis de la mañana, soñamos con reinventarnos, ya no sentimos miedo de traicionar ni de decir la verdad, creemos que nuestros actos no tendrán consecuencias. Uno se imagina que todo le está permitido, que los errores se olvidarán, las faltas serán perdonadas. La noche, territorio de la reinvención, de los rezos murmurados, de las pasiones eróticas. La noche, lugar donde las utopías adquieren el perfume de lo posible, donde parece que lo real y lo común ya no nos obligan a nada. La noche, tierra de sueños donde descubrimos que escondemos en el secreto de nuestro corazón multitud de voces e infinidad de mundos. «Proclamo la Noche más verídica que el día», escribe Senghor en Éthiopiques.