Lo hacen para que no acaben de destripaterrones, ¿sabe? Lo de mandarlos a la escuela. Es cómo si una ya no tuviera remedio, pero el hijo o la hija s. Como si lo tuyo te diera lo mismo, pero lo del chico no. Lo del chico tiene que salir bien sí o sí, porque para eso te estás tú haciendo unos sabañones del demonio. Para que no los tenga él. Mismamente.
Entonces friegan, limpian, vendimian, cogen azafrán, andan al jornal de lo que sale, van al rebusque con frío o con calor, se revientan a coser o a pelar almendras porque las pagan bien, y ni se quejan, ni cambian los muebles de la casa nunca, se quitan de todo solo para que lo tengan ellos. Y luego, cuan do van sacando los estudios y los mandan a la ciudad para que hagan una carrera, siguen lo nismo solo que sin ellos. Recibiendo una visita al principio en Navidades o en Semana Santa y luego ni eso: como mucho, una postal, porque el chico está viajando y tiene que ver el mundo que no has visto tú. Ni vas a verlo. Tú, que sigues con el cinturón apretado, gastando lo mínimo, sin salir de vacaciones porque allí, donde el chico es- tudia la carrera, todo cuesta mucho. Y lo tuyo ya no tiene remedio en el pueblo, pero lo del hijo sí. Aunque luego el hijo llegue tarde a tu entierro en un coche muy caro y muy buen vestido, como le pasó a la señora Trini con su Germanín. Toda la vida trabajando la mujer para que le estudiará el hijo. Y lo consigue. Y entonces se va fuera y ya no lo ve cayó nuca más.
Mismamente como se lo cuento.
¿Cuántas veces le ha dicho al chico que le quiere, señorita?
¿Cuándo fue las última vez que han jugado juntos?
El día en que la señora Trini murió, su hijo estaba en el extranjero y le llegó tarde al entierro.
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