Este juicio del cielo, que nos estremece, no nos mueve a lástima |
Este juicio del cielo, que nos estremece, no nos mueve a lástima |
No somos los primeros que la querer lo mejor sufrieron lo peor |
A estas dos hermanas he jurado amor, y una recela se la otra como de la víbora el que fue mordido |
Podría hasta morir de compasión viendo a otro en mi estado
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Los astros, esos astros que están encima sin los que rigen nuestro temperamento, o no podrían un mismo macho y hembra engendrar tan distinta prole |
Tigresas, y no hijas, ¿Qué habéis llevado a cabo? A un padre y anciano abnegado, que hasta un oso cautivo lamería en reverencia, habéis vuelto loco, degeneradas, bárbaras |
Cuando el viejo decae la juventud prospera
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Para los tercos el daño que ellos mismos se causan es la mejor escuela
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Nuestros mejores años van pasado. Maquinaciones, falsedad, traiciones y los trastornos más calamitosos nos acompañarán turbadoramente a la tumba.
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Esta es la estupenda estupidez del mundo, que cuando la fortuna nos abandona, a menudo como resultado de nuestra propia conducta, culpamos de nuestros desastres al sol, a la luna y a las estrellas, como si fuéramos villanos por necesidad; tontos por compulsión celeste; canallas, ladrones y traidores por el predominio de las estrellas; borrachos, mentirosos y adúlteros por forzosa obediencia a la influencia planetaria.
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Es el primer libro publicado por Carlos Fuentes.