Es obvio que ese es mi castigo, sobrevivir. Tiene que serlo. Esta mujer cierra los ojos, y ya está, se va. Yo he deseado morir desde el primer día, y pese a todo sobrevivo. De verdad ¿tan difícil es morir?
|
Es obvio que ese es mi castigo, sobrevivir. Tiene que serlo. Esta mujer cierra los ojos, y ya está, se va. Yo he deseado morir desde el primer día, y pese a todo sobrevivo. De verdad ¿tan difícil es morir?
|
Ese salmo describía a mamá perfectamente. Su copa estaba rebosante de amor por todos y por todo, incluso por sus enemigos.
|
La abrazamos los dos, rodeando su cuerpo, marchito y exhausto, con nuestros brazos.
|
Personas a las que yo no conocía formaron un círculo a mi alrededor para ocultarme de los guardias. Me acompañaron así hasta la yurta, sin que nos descubrieran. No pidieron nada a cambio. Estaban contentos de ayudar a alguien, de lograr hacer algo, aunque no fuera en su beneficio. Habíamos estado intentando tocar el cielo desde el fondo del mar. Me di cuenta de que si nos ayudábamos unos a otros, tal vez lo lograríamos.
|
Parecía exhausta, como si parte de su alma la hubiera abandonado.
|
Vi que el rostro de Jonas retrocedía al pasado. De pronto sí aparentaba su edad, se le veía vulnerable. Ya no parecía un muchacho luchando por su familia, fumando libros, sino el niño pequeño que corría a mi habitación la noche en que nos sacaron de nuestra casa.
|
- Volveré a verte -dijo. Mi expresión no se alteró en lo más mínimo. No pronuncié una sola palabra. Pero, por primera vez en meses, lloré. Las lágrimas brotaban de mis ojos secos y rodaban por mis mejillas formando rápidos regueros. Aparté la mirada. |
Nevaba todos los días, y las temperaturas se desplomaron, pero el trabajo y el frío se nos hacían algo más tolerables porque teníamos algo en lo que pensar, algo que desear compartir: un pequeño ritual que alegraba nuestros días grises y la negrura de nuestras noches.
|
Tiritábamos de frío en nuestras chozas, sin más fuente de calor que la esperanza de que algún día llegara un sobre con noticias de casa.
|
La esperanza, como el oxígeno, era lo que la impulsaba a continuar.
|
Manolito ...