Tú recuérdame, y yo te recordaré, y así nunca seremos olvidados.
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Tú recuérdame, y yo te recordaré, y así nunca seremos olvidados.
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Y la necesidad, Victor lo había aprendido, podía ser tan poderosa como cualquier vínculo emocional. Lo emocional era neurótico, complicado, pero la necesidad podía ser simple, tan primigenia como el miedo o el dolor. La necesidad podía ser la base de la lealtad.
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Sus ojos tenían una intensidad desenfocada, como si estuviera en otra parte y no le preocupara la jaula que lo rodeaba ni los monstruos que allí vivían.
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Allí estaba otra vez, en su pecho, aquel extraño alboroto, como un deseo, polvoriento después de una década, pero allí estaba. Tal vez era un truco. Tal vez aquella sensación, aquel dolor simple y mortal, no provenía de él. O tal vez sí.
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(…) pasaba la mitad del tiempo deseando estar muerta, y la otra mitad, diciéndole a todo el mundo qué hacer y deseando que alguien no le hiciera caso.
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No, él prefería ver el mundo desde el punto de vista de la probabilidad, reconocer el rol del azar y asumir el control siempre que fuera posible. Pero incluso él tenía que admitir que, si en efecto existía el destino, estaba sonriéndole.
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Pero aunque creía en esas palabras con una fe simple e inquebrantable, eso no significaba que la hicieran feliz.
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Tú creías que, de alguna manera, nuestros poderes eran un reflejo de nuestra naturaleza. Dios jugando con espejos; pero te equivocaste. No se trata de Dios. Se trata de nosotros. De cómo pensamos. Del pensamiento que tiene la fuerza suficiente para mantenernos con vida. Para traernos de vuelta.
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(…) era callado por naturaleza, pero lo era más aún bajo presión, lo que daba a sus compañeros la impresión de que sabía lo que hacía, aun cuando no era así.
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(…) no sabía qué decir, así que respondió con las palabras más inútiles del mundo: —Lo siento. |
¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?