Una canción salvaje

—Envío a mi hija —respondió Harker con tranquilidad—. Y si crees que es un gesto de piedad, no la conoces.

"...Pero hiciera lo que hiciese, la Academia St.Agnes siempre la perdonaba. Ese era el problema de las escuelas católicas: la veían como alguien a quien debían salvar."

La noche en la que Kate Harker decidió prender fuego la capilla de la escuela, no estaba furiosa ni ebria. Estaba desesperada.

Podía ser el monstruo, si así lograba que otros siguieran siendo humanos.

-Me duele- Susurró August.
-¿Qué cosa?
-Ser. No ser. Rendirme. Resistir. Haga lo que haga, me duele...
-Así es la vida, August...Tú querías sentirte vivo ¿verdad? No importa si eres monstruo o humano. Vivir duele.

¿Por qué hay tantas sombras en el mundo, Kate? ¿No debería haber la misma cantidad de luz?.

-Una vez leí...que las personas estamos hechas de polvo de estrellas...Quizá tú también estás hecho de eso. Como nosotros-...
Y a pesar de todo, August sonrió.

¿Para qué quieres ser humano? Somos frágiles. Morimos.
-También viven. No se pasan los días preguntándose por qué existen pero no se sienten reales, por qué parecen humanos pero no pueden serlo. No hacen todo lo posible por ser buenas personas para que después les echen e cara que no son personas.

Tienes razón...Nosotros somos diferentes...Pero prefiero ser capaz de ver la verdad y no vivir una mentira..

Los Corsai se alimentaban de carne y hueso; los Malchai de sangre, y no les importaba nada de quién fuera. Pero los Sunai solo podían alimentarse de pecadores. Eso era lo que los distinguía.