En un abrir y cerrar de ojos tienes veintiséis años y el decano te llama a su despacho porque es consciente de que has perdido la ilusión; te aconseja buscar otro camino y te asegura que encontrarás tu vocación, pero ahí está el problema. Nunca has sentido inclinación por nada. No sientes ningún arrebato impetuoso que te empuje en una sola dirección, sino un impulso suave que te dirige en un centenar de rumbos distintos, aunque ahora todos parecen estar fuera de tu alcance. En un abrir y cerrar de ojos tienes veintiocho años, y aunque hace ya tiempo que los demás te dejaron atrás, tú sigues intentando encontrar tu camino, y no se te escapa la ironía de que por culpa de tu deseo de vivir, de aprender, de encontrarte a ti mismo, has acabado perdido. |