El tiempo no nos hace más sabios, sólo más cobardes.
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El tiempo no nos hace más sabios, sólo más cobardes.
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—El tiempo hace con el cuerpo lo que la estupidez hace con el alma —dijo, señalándose a sí mismo—. Lo pudre.
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Si la gente pensara una cuarta parte de lo que habla, este mundo sería el paraíso.
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—La verdad no se encuentra, hijo. Ella lo encuentra a uno.
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La naturaleza es como un niño que juega con nuestras vidas. Cuando se cansa de sus juguetes rotos, los abandona y los sustituye por otros —decía Kolvenik—. Es nuestra responsabilidad recoger las piezas y reconstruirlas.
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Sois muy jóvenes y no habéis vivido una guerra. No se conoce a la gente hasta que se ha vivido una guerra…
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—Shelley dijo que a la muerte poco le importa la justicia —me recordó Marina—. Quizá tenía razón. —Quizás —admití—. Pero a nosotros sí nos importa. |
Sus palabras tardaron en calar. Sólo tenemos oídos para lo que queremos escuchar, y yo no quería oír eso.
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En aquellas semanas aprendí que se puede vivir de esperanza y poco más.
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Conservo sus consejos y sus palabras guardados bajo llave en el cofre de mi memoria, convencido de que algún día me servirán para responder a mis propios miedos y a mis propias dudas.
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¿Quién es autor del libro?