He aprendido que no debo dejar al azar las cosas más importantes de mi vida.
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He aprendido que no debo dejar al azar las cosas más importantes de mi vida.
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No es que dejes de sentir a cada momento que te falta el aire para respirar; es que ya nunca volverás a respirar de la misma manera.
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Hasta la persona más dura y despreciable tiene alguien en el mundo que le hace vulnerable.
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Las gaviotas son animales bellos que a todo el mundo le gusta observar. Sin embargo, cuando se acercan a cualquier persona, siempre son rechazadas, a veces con puntapiés, otras con palazos. Lo que me asombra es que, aun así, la gente se extraña de que muchas por temor den picotazos.
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Los libros y las películas me permiten disfrutar de una realidad que nunca será mía. En estas páginas —me justifiqué mientras le quitaba el libro— hay sentimientos e ilusiones que se transmiten a través de la palabra.
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Había oído hablar de que existe una sensación cuando encuentras a la persona predestinada que sabes que solo tendrás una vez en la vida. Eso era lo que estaba experimentando. Ese sentimiento que te permite vivir, pero que a la vez sabes que destrozará tus entrañas si lo pierdes, te quemará e incluso puede que llegue a matarte.
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Él me sonrió al ver mi satisfacción y entonces lo supe: la magia existía, pese a que nunca lo había creído.
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Él no me habló. A veces no hace falta. Hay gestos que lo dicen todo. Su cara transmitía necesidad, dolor y desesperación, y de alguna manera supe que yo era lo que estaba buscando para mitigar su sufrimiento. Mi intuición me decía que, por algún extraño motivo, me veía como su única medicina.
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Gregorio Samsa es un ...