Dulce compañía nos relata la historia de una reportera bogotana enviada a cubrir la noticia de la aparición de un ángel en un barrio muy pobre llamado Galilea. al llegar allí, ella muy escéptica, descubre que éste ángel no es como lo imaginaba: un joven hijo de mujer, sin nombre, sin habla, atemorizado de todo y de todos, con una belleza prodigiosa, una mirada penetrante, un caminar majestuoso; su sola presencia parecía de otro mundo, «él ardía en fuego lento, resplandeciendo en una luz incandescente que parecía brotarle de la piel». Ante éste hecho, “la monita”, apodo otorgado por los habitantes de galilea, sea por amor, o por el fervor religioso que los creyentes expelen, o por designio divino, se ve involucrada en ésta historia en la que todo parece ser y no ser. Opinión Cuando empecé a leer el libro y me fui adentrando un poco más en la trama creí que lo dejaría de lado, pues pensé que se trataba de un libro que buscaba transmitir ideas y dogmas religiosos, pero no fue así. En realidad, la historia retrata la religiosidad bogotana, y, por qué no, la colombiana. En un país en donde la realidad es espantosa, en donde la desigualdad es extremadamente marcada, la pobreza es profunda, la educación y la salud es para privilegiados, el sistema de creencias es la esperanza, es el refugio. La frivolidad abunda en medio de nosotros, y resulta que, a veces, creer en los milagros, en lo imposible, es lo que nos queda y alienta. Dulce compañía es una historia bastante peculiar, y para disfrutarla hay que dejar de lado las prenociones y los juicios. Se encuentra relatada en primera persona; es “la monita” quien nos cuenta el cómo se vio involucrada en esta situación y hasta dónde fue a parar. Este aspecto de la narrativa resulta crucial en el misterio de la obra y en su género, que sin duda es realismo mágico, ya que a la larga no sabemos qué tan cierto es lo que ella relata, o si es tan solo producto de la parte de ella que desea creer ¿Es realmente un ángel o sólo un joven enfermo y desconcertado? Que cada uno saque sus propias conclusiones. Finalmente, debo de agregar que esta es una novela con un buen sentido del humor, en varias ocasiones me encontré sola carcajeándome de las situaciones y comentarios relatados por nuestra protagonista, quien, por cierto, es muy carismática. + Leer más |
En 1916, durante la Primera Guerra Mundial, llegan a la península ibérica dos barcos con seiscientos alemanes provenientes de Camerún. Se han entregado en la frontera guineana a las autoridades coloniales por ser España país neutral. Se instalan, entre otros lugares, en Zaragoza, donde forman una pequeña comunidad que jamás regresará a Alemania, aunque no podrán escapar al devenir de la historia cuando se produzca el auge y la caída del régimen nazi. Entre sus descendientes están Eva y Fede, quienes, más de un siglo después, se encuentran en el cementerio alemán de Zaragoza en el entierro de Gabi, su hermano mayor. Junto con su padre, ellos son los últimos supervivientes de los Schuster, una familia que llegó a tener un importante negocio de alimentación hoy desaparecido. Con una intriga que crece página a página, Los alemanes es una ficción sobre la culpa, el poder y la corrupción que alumbra el infierno que puede llegar a ser, en ocasiones, la familia.
«Narra con maestría un suceso muy poco conocido de la historia española relacionado con las mutaciones del nazismo y con hondas consecuencias en el mundo actual. Oscuros secretos familiares encierran un pasado amenazador capaz de destruir el presente. ¿Heredan los hijos la culpa de los padres? Una novela apasionante que pone a prueba la conciencia de los personajes y que sacude la del lector».
Del acta del jurado del XXVII Premio Alfaguara de novela, integrado por Sergio Ramírez, Juan José Millás, Laura Restrepo, Rosa Montero, Manuel Rivas y Pilar Reyes.