Daba igual el daño que le hubiese hecho, pues su piel lo echaba de menos y su cuerpo continuaba sufriendo con el vacío que había dejado en la cama.
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Daba igual el daño que le hubiese hecho, pues su piel lo echaba de menos y su cuerpo continuaba sufriendo con el vacío que había dejado en la cama.
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—Porque quiero que sepas cosas que no le haya contado a nadie, porque eres la única por la que vencería mis miedos, porque ahora ya sé lo que es perder lo que se ama y no quiero que vuelva a pasarme nunca —le explicó cabizbajo. Megan se soltó de su agarre y aumentó la distancia entre ellos. Se sentía tan deshecho que si el corazón hubiera dejado de latir no le hubiera importado—. Lo estoy intentando, Megan. Quiero que veas todo lo que hay dentro de mí.
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—Todo lo demás. Las sonrisas, las caricias, los juegos, cogerte de la mano, besarte cuando me dé la gana, poner partidos en la tele que no acabaremos de ver, oír tus ronquidos, despertarte para hacer el amor, dormir juntos… Contigo. Solo contigo. —Puso la mano en su mejilla y le recorrió el rostro con ojos ansiosos. Era inexperto en eso de mostrar sus sentimientos, y el silencio no lo ayudaba…—. Y ahora dime si quieres que me quede o que me vaya.
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—¡Porque no puedo estar cerca de ti! —Dio un puñetazo en la mesa y la enfrentó, muy cerca, demasiado—. ¡Me vuelves loco! ¡No… no puedo pensar con claridad, no puedo sacarte de aquí! —Se dio varios golpes en la frente con un dedo y apretó los dientes—. Me distraes y cometo errores.
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—No tengo que gustarte, ni tú a mí. Soy tu fisioterapeuta, la persona que puede hacer que mejores más rápida o más lentamente. No soy tu padre, ni tu marido, ni tu novio, ni tu amigo, ni tu colega. Esto es trabajo, mi trabajo —puntualizó—. No necesito el sentido del humor, ni necesito que me veas como alguien agradable. Obedece y nos llevaremos bien.
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Estaba ante una mujer fuerte, decidida, dispuesta a ganar la batalla, y que no se amedrentaría ante los inconvenientes.
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Esto no es una relación. No tengo que gustarte, no tú a mí. Soy tu fisioterapeuta, la persona que puede hacer que mejores más rápida o más lentamente. No soy tu padre, ni tu marido, ni tu novio, ni tu amigo, ni tu colega. Esto es trabajo, mi trabajo —puntualizó—. No necesito el sentido del humor, ni necesito que me veas como alguien agradable. Obedece y nos llevaremos bien.
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Me machacaron cada día, sin descanso, y me amenazaron tantas veces que tuve pesadillas hasta que fui un adulto.
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Se miraron y se lo dijeron todo con los ojos, sin necesidad de palabras. Había mucho más entre ellos, había complicidad y algo primitivo que les permitía leerse los pensamientos.
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El fuego es poderoso, es intenso, es....sensual, pero yo lo soy más.
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Gregorio Samsa es un ...