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A Onetti parecen gustarle los inicios con procesión. Si en «Para una tumba sin nombre» el inicio fue un cortejo fúnebre, chivo incluido, aquí son tres putas, tres “cadáveres” —“la gorda maternal, la rubia estúpida y flaca, la más alta colocada en el medio” — recién llegadas a la ciudad en compañía de Larsen, Junta o Junta Cadáveres, avanzando por las calles de una Santa María “dormida y despoblada en medio de la tarde”. También es grande el apego que tiene Onetti a un lugar, Santa María, un ejemplo admirable de la universalidad y veracidad del refranero que afirma que «pueblo chico, infierno grande», y a unos personajes —Díaz Grey, Larsen, Jorge Malabia, el cura Bergner, los hermanos Marcos y Julita Bergner…— que sufren y necesitan de ese infierno del que no pueden escapar pues anida en todos y cada uno de ellos. “…todos ustedes, mis queridos amigos, son hijos de perra. Categoría indispensable para lograr la igualdad entre los hombres” El mundo de Onetti es esencialmente masculino. La mujer se reduce al mero efecto que ejerce sobre el hombre, que será quién le preste voz; ellas, pasivas, serán refugio o perdición, objeto de deseo o de odio, y casi siempre incomprensibles. El hombre, por su parte, es un ser patético, abocado siempre a fracasar en empresas baladíes, a perderse por los mismos caminos sin que la experiencia de los recorridos previos sirvan para nada a los nuevos caminantes. Este es el caso de Larsen, cuyo sueño es la creación del prostíbulo perfecto. Un sueño que puede por fin hacerse realidad gracias a la corrupción de las instituciones del pueblo de Santa María y que pondrá al pueblo patas arriba. “…cada uno es la sensación y el instante, que la continuidad aparente está vigilada por presiones, por rutinas, por inercias, por la debilidad y la cobardía que nos hacen indignos de la libertad. El hombre es disipación, postuló, y el miedo a la disipación” La literatura de Onetti es de una belleza triste, desesperanzada, de una poética grosera. En su ardua y faulkneriana narrativa se mezclan narradores, tiempos, primera y tercera persona, se acumulan inverosimilitudes y cripticismos —puerca espera, sucia sabiduría, desventura viciosa, lluvia que nada explica, bocas que se equilibran, mejillas estúpidas, tontos perfumes—, el desarrollo es lento, con continuas pausas para la descripción minuciosa del gesto, de la actitud, del ambiente, para el desarrollo de pensamientos y recuerdos. “Sólo me gustan las palabras cuando se convierten en cosas; todas estas palabras del viejo Lanza, todas las del padre, las del Colegio, los amigos, casi todas las que escucho son blandas como babas, caen, golpean, brillan, se secan y no están más. También yo las digo y me desgasto diciéndolas y las babas ajenas y las propias sólo sirven para gastarme. Gastan mi tiempo; mi tiempo en soledad y en silencio, no existe, no se gasta” Por una única razón le doy media estrellita menos que a «Para una tumba sin nombre» y es que me parece que toda la historia entre Jorge y Julita, su cuñada viuda, aunque valiosa en sí misma y que seguramente mereciera el protagonismo de una novela aparte, me parece que aquí desvía innecesariamente la atención de la trama principal sin aportar gran cosa a la misma. “Nada de lo que es importante puede ser pensado, todo lo importante debe arrastrarse inconscientemente con uno, como una sombra” + Leer más |
En este video rendimos homenaje a Juan Carlos Onetti, uno de los más grandes escritores de la literatura latinoamericana. Acompáñanos a explorar su legado, sus obras icónicas como "El astillero" y "La vida breve", y su profunda influencia en el mundo literario. Con su narrativa introspectiva y su capacidad para retratar la complejidad del alma humana, Onetti sigue inspirando a generaciones de lectores y escritores. Celebremos su vida y obra, recordando el poder eterno de su literatura.
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