Tiene que ser aquí

En apariencia, soy marido, padre, profesor, ciudadano; pero si se mira al trasluz, me convierto en desertor, en impostor, en asesino, en ladrón. En la superficie soy una cosa, pero por debajo estoy plagado de agujeros y cuevas, como un paisaje de piedra caliza.

Hay que buscar lo que tenemos delante, no lo que nos es inalcanzable ni lo que hemos perdido. Hay que agarrarse a lo que tenemos a mano y sujetarlo con fuerza.

¡Qué diferente podría haber sido todo, qué minúsculas las causas y qué devastadoras las consecuencias!

Claudette está en la ventana de su dormitorio, mirando la grava en la que suele aparcar el coche. Mira sin ver. No ve el columpio del neumático, que se balancea ligeramente; no ve la superficie del estanque, que las puntas de alabastro de los nenúfares rompen de vez en cuando; no ve al arrendajo, que se levanta desde el césped hasta el cielo. La mañana está fresca, la niebla se cierne sobre el valle, pero puede que más tarde el sol logre rasgar la humedad. Puede. En este instante estará brillando por encima de las nubes; en cualquier momento puede empezar a derramarse sobre la tierra.

No le contó a su padre el miedo que se había apoderado de él desde hacía un tiempo, miedo de que, al llegar a casa, al abrir la puerta y traspasar el umbral, su casa hubiera cambiado por completo.

Los días están llenos de niños de verdad, piensa mientras da otra calada; y los deseados, los futuros, los imaginarios, les llenan las tardes, los fines de semana, las noches.

Ahora comprende que tenía que haberla llamado antes. Tenía que haber intentado explicarle algo, los vacíos que hay en su vida, los ríos subterráneos, el deseo imponente y repentino de llenar todos los que pudiera. [...] Intenta expresar con palabras lo que ha sentido al verlos después de un vacío de tantos años, cuando han entrado por la puerta del café y han recorrido el local, hacia donde estaba él. No ha sido exactamente una sensación de reconocerlos, sino de equilibrio, la impresión de normalidad, de que algo estaba donde tenía que estar, de que algo acababa de encajar. Ahora sabe lo que debe de sentir un cerrajero cuando crea la llave que por fin abre una cerradura vieja y oxidada, o un compositor al dar con la nota que redondea un acorde.

En el cristal verdoso que tiene delante de la cara se materializa su respiración, después se evapora, lo que no se ve se muestra una y otra vez, lo invisible se da a conocer.

detlene. [...] ¡Qué alivio tan curioso le había dado descubrir que existía una palabra para nombrar lo que una lleva en el fondo de su ser, en el callejón más recóndito del corazón!

Le entusiasmó este sistema, le parecía una preciosidad que la narración principal fuera por un lado y ahí mismo, al final de cada página, hubiera información complementaria para aclarar todo lo que no se entendía. En ese mismo instante Niall se dijo que su vida necesitaba notas a pie de página y que él mismo se las suministraría.