Su encantadora madre, la diosa Pafia, decoró para Cadmo una alcoba recientemente construida, mientras cantaba las bodas de su hija proclamada por los dioses. Entre tanto su padre, un manso Ares, gozoso de su hija, danzaba desarmado y sin escudo.
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Su encantadora madre, la diosa Pafia, decoró para Cadmo una alcoba recientemente construida, mientras cantaba las bodas de su hija proclamada por los dioses. Entre tanto su padre, un manso Ares, gozoso de su hija, danzaba desarmado y sin escudo.
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Sembró el terror entre la tropa de cuantos acompañaban en número a Cadmo: a uno lo mordió en el pecho con su terrible boca; a otro le hincó su diente con roja sangre; a un tercero, que lo enfrentó, al arrancarle el hígado, lo convirtió en cadáver. De arriba a abajo fluía por sí misma una terrorífica melena, que se derramaba por su viscosa cabeza.
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En cambio, Cadmo trajo a la Hélade entera dones con voz e inteligencia, al fabricar los instrumentos que representan los sonidos mismos de la lengua; mezcló consonantes y vocales en un orden de armonía connatural.
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Al Aqueronte marcharé con gusto y junto al Leteo, de muchos lloros, a los muertos contaré mi dulce suerte, para despertar en la implacable Perséfone compasión y celos a la par. Yo enseñaré estos besos, que poseen el hálito de las Gracias, a todas las hembras de malos amores, a las que aniquiló el fuego del deseo.
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Moriría, tenlo por seguro, si él dejara pasear su mano despreocupada a través de mi pecho, para apretar la libre curva de mis dos senos, y apoyara sus cerrados labios en punta, hechizándome con sus besos.
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Madre mía ¿qué has sufrido por mí, para que desdeñes a tu hija? ¿Así la unes a un mortal recién venido? ¿Qué dote podrá ofrecerme alguna ve un marinero? ¿O acaso me concederá, como regalo de bodas, las amarras de su nave? |
Era ésta una joven virgen exiliada del cielo, concebida por Afrodita en sus furtivos amores con el adúltero Ares. Pero luego, su madre, temerosa de que el bebé hablara por sí mismo de su secreta unión, no lo alimentó; desde el seno de los cielos ella condujo a su joven hija, recostada sobre el brazo contra su pecho, hacia el palacio de Electra, apto para su crianza.
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Los dioses, con su forma recuperada, retornaron al Olimpo junto al vencedor de Zeus, tras cambiar el alado aspecto de su rostro. Y Atenea, con su suave túnica, desprovista de armas, volvió al cielo, donde emprendió una festejosa danza en honor de Ares, cuya melodía hilaba la Victoria. Y Temis suspendió las armas del derrotado Gigante en lo alto del vestíbulo del Olimpo, a fin de exponerlas como objeto de terror ante la insensata Tierra, madre de futuros Gigantes.
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Cadmo, con tu siringa coronaste las puertas del Olimpo. Por lo tanto, yo auspicio tu matrimonio con la Lira Celeste. Te haré yerno de Ares y de Citerea. Tendrás a los dioses como invitados en tu banquete en la tierra. Y yo mismo te visitaré en tu casa.
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Vamos, que la tricéfala Sicilia te apriete con sus montes escarpados y esconda por completo a Tifón, que se enorgullecía de sus cien cabezas, ahora lamentablemente sucias de polvo.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises