Esta joven cubría su piel con brillante ropa fina. Cuando giraba en la danza mostraba a través de su sutil vestido los secretos de sus muslos, y de su rostro chorreaba un húmedo sudor, mientras el abrazador sol ablandaba sus mejillas
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Esta joven cubría su piel con brillante ropa fina. Cuando giraba en la danza mostraba a través de su sutil vestido los secretos de sus muslos, y de su rostro chorreaba un húmedo sudor, mientras el abrazador sol ablandaba sus mejillas
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Ni el tiempo sabe cómo destruir al amor, aunque sí ha aprendido a ocultar todas las cosas
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Dichoso el que sacude la tierra, porque amó a un joven Frigio, un vecino de la patria de mi niño, al cual le deparó todo tipo de cuidados y lo condujo hacia la casa de Zeus como dorado ciudadano del Olimpo.
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Los graciosos rizos de su cabeza, que pese a su corta vida habían despertado tanto amor, se agitaban sobre su rostro con el cuidadoso soplo de los vientos. Continuaba encantador pese a estar en el polvo
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Luego, el furioso toro corrió a través de la inaccesible cima de la montaña dando brincos con la hendida pezuña de sus patas, hasta que arrojó de cabeza, fuera de su lomo, al adolescente. Tras rodar sobre sí mismo cayó sobre sus vértebras en forma oblicua. Y en el mismo momento en que su cuello se partió, se pudo oír un agudo grito de dolor. Inmediatamente el toro lo hizo rodar de aquí para allá sobre el suelo hasta que finalmente lo ensartó con la aguzada punta de su cuerno. Un muerto sin cabeza yacía allí; su brillante cuerpo era ahora un insepulto cadáver bañado en roja sangre.
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Pero la mortífera Ate, al ver al corajudo joven solo mientras erraba por las montañas, lejos de Lieo que andaba de caza, adoptó la forma de un joven de la misma edad que él y habló a Ámpelo con palabras totalmente engañosas, pues complacía a la madrastra del Dioniso Frigio
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Evio rió, fue golpeado por el tierno pie del coetáneo mancebo, y se deslizó estirado de espaldas en la arena; al estar Baco extendido voluntariamente encima de la tierra, el muchacho se sentó sobre el desnudo vientre
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Mas yo rechazo el etéreo fuego de tu rayo; no quiero la nube, ni el estruendo del trueno; pero si quieres, entrégale al ardiente Hefesto la chispa del rayo; tenga Ares el velo de tus nubes como coraza; concédele como gracia a Hermes el estrépito del trueno procedente de Zeus, y que Apolo levante el esplendor de su progenitor; sólo a mí, a Dioniso, amante de la danza, déjame al muchacho
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¿Qué padre te engendró? ¿Qué celeste vientre te dio a luz? ¿Cuál de las Gracias te parió? ¿Qué bello Apolo te sembró? Habla, amigo, no ocultes tu origen
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Cierta vez, mientras cazaba bajo una umbrosa hendidura del bosque, fue cautivado por la rosácea figura de un mozo de su edad. En verdad, el joven Ámpelo crecía, juguetón, bajo la sierra Frigia, recién nacido, vástago de Amores
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises