Siempre el mismo día

Le resulta particularmente aburrido ver a sus amigos hombres representando ese papel de Padre Joven: estresados pero de buen humor, exhaustos pero muy modernos con el típico atuendo de vaquero con chaqueta, un poco barrigones debajo de la camiseta acanalada y con esa pequeña expresión de orgullo que se regalan a sí mismos cada vez que arrojan al bebé al aire. Se consideran pioneros osados, los primeros hombres en la historia de la humanidad que han acabado con un poco de pis en los pantalones de pana o un poco de vómito en el pelo.

Me niego a que me definan por mi novio. O la falta de él. -Había empezado a hablar con verdadero fervor-. En cuanto decides dejar de preocuparte por esas cosas, por las citas, las relaciones y el amor, es como si te liberaras para seguir con la vida real.

No quiere una anécdota divertida, sino un cambio, una oportunidad. Su vida está llena de anécdotas, no es más que una sucesión infinita de malditas anécdotas, pero ahora quiere que algo salga bien por una vez. Quiere triunfar, o al menos albergar la esperanza de hacerlo.

Creo que cuando estás en el instituto y no eres ni brillante, ni atractivo, ni popular, ni lo que sea, y un día dices algo que hace reír a otra persona, bueno, es como que te aferras a eso, ¿no? Piensas: bueno, corro de forma torcida, parezco idiota, tengo la cara redonda y los muslos grandes y no le gusto a nadie, pero al menos puedo hacer reír a la gente. Y el sentimiento de hacer reír a alguien es tan maravilloso que quizá te vuelves un poco dependiente de eso. En fin, empiezas a pensar que, si no eres gracioso, no eres... nada.

¿A esto se reduce? ¿Es esto el amor romántico, una competición de talentos? ¿Comer algo, ir a la cama, enamorarse y, a cambio, recibir la promesa de años y años de material de la más alta calidad?

Claro que todavía no tiene novio, pero no le molesta. De vez en cuando, muy de vez en cuando, a las cuatro de la tarde de un domingo lluvioso, por ejemplo, siente que la soledad la golpea como una ola de pánico y la deja sin aliento. Una o dos veces ha llegado a levantar el teléfono para asegurarse de que no estuviera estropeado. A veces piensa en lo bonito que sería que el teléfono la despertara en mitad de la noche: "súbete a un taxi ahora" o "necesito verte, tenemos que hablar". Pero, en sus mejores momentos, se siente como un personaje de una novela de Muriel Spark: independiente, amante de los libros, inteligente y romántica en secreto.

-Mira a aquellos dos... sé discreto. -Dexter miró por encima del hombro-. Alcanzo a oírlos. Oigo la succión desde aquí. Parece como si alguien estuviera desatascando un fregadero. ¡He dicho que fueras discreto!
- ¿Por qué? Es un espacio público.
-¿Por qué te comportarías de ese modo en un espacio público? Parece un documental sobre animales salvajes.
-Quizás estén enamorados.
-¿Y ese es el aspecto que tiene el amor, bocas húmedas y la falda toda arrugada?
-A veces sí.

Vuelve a sentir escalofríos, como si hubiera echado un vistazo a una herida debajo de unos vendajes, y cierra el cuaderno con un golpe. Dios, "aquel sentimiento esquivo". Había llegado a un momento crucial de su vida. Ya no creía que una situación pudiera mejorar con tan solo escribir un poema al respecto.

Sé por tus cartas y por cómo te vi la vez que quedamos después de la obra que te sientes un poco perdida con tu vida en este momento, que sientes que no tienes ni timón ni rumbo, pero no pasa nada, es normal, porque así es cómo se supone que nos sentimos todos a los veinticuatro años. De hecho, toda nuestra generación se siente así.

El fracaso y la infelicidad son más fáciles porque puedes convertirlos en chistes.