Dulce Despedida

Es difícil mencionar el aroma de otra persona sin sonar como un psicópata, pero yo ya había notado el de ella, algo cálido y verde como el verano.

Yo tenía dieciséis años; la gente escribía himnos sobre esta época de la vida, ¿y acaso no tenía derecho a disfrutar, divertirme y ser irresponsable en vez de sentir miedo, furia y aburrimiento?

La envidia es corrosiva, pero hay algo vigorizante en envidiar a la gente que uno odia, mientras que envidiar a la gente que a uno le agrada, a quienes uno quiere, solo deja un sabor amargo y hace que uno se sienta solo.

-Creo que sería más fácil si todos dijeran exactamente lo que quieren decir y usaran la menor cantidad de palabras posible.
-Quizás. Pero ¿dónde estaría la poesía? -Se volvió a recostar boca arriba y arrojó la última uva en su boca-. Y, de todas formar, ¿cuántas veces decimos lo que realmente queremos decir? El setenta u ochenta por ciento de lo que la gente dice es... no mentira, tal vez, pero... algo cercano. Creo que, si todos anunciáramos nuestros sentimientos y fuéramos honestos con todo, la gente se volvería loca. Además, es mucho más entretenido tener que descifrar la verdad de lo que ocurre.

Falta tiempo. Hasta que no falta nada, ¿verdad? Ahora todo es «Elige tus opciones», que es otra manera de decir «Acota las posibilidades». Cada vez que tomas una decisión, se escuchan otras puertas que se cierran en la distancia. Todos te dicen que puedes ser cualquier cosa que quieras, excepto esto, eso, aquello...

Benevolio era un secuaz, un conformista y un observador, los personajes le confiaban sus secretos pero no sentían la necesidad de devolverle el favor y escuchar lo que tenía que decir. La verdad es que era asombroso que un par de personas que apenas conocía me hubieran dado un papel tan perfecto para mí.

Por eso es tan triste el verano: porque se supone que deberías ser feliz. Personalmente, no veo la hora de volver a ponerme pantalones largos y encender la calefacción central. Al menos durante el inviernos está permitido sentirse triste, nadie espera que flotes en un campo de girasoles. Y parece que nunca acaba, ¿verdad? Es infinito, y nunca es lo que quieres que sea.

Este verano es una maldición, ¿no? Sale el sol, si tienes suerte el cielo está azul y, de pronto, tienes todas esas ideas previas de qué es lo que deberías estar haciendo: tumbarte en la playa, saltar al río desde el columpio de cuerda, hacer un picnic con tus fabulosos amigos, todo sobre una manta en una pradera mientras comes fresas y ríes a lo loco, como en los anuncios. El verano nunca es así, siempre son seis semanas de sentir que estás en el lugar equivocado con las personas equivocadas y que te estás perdiendo de algo.

Aunque sí me pareció muy bonita, no me sentí tocado por una varita mágica, no sonaron un par de notas del arpa y no hubo un cambio en la iluminación. Si ese verano hubiera tenido más cosas para hacer o hubiera sido más feliz en mi casa, tal vez no habría pensado tanto en ella, pero no tenía ni cosas para hacer ni era feliz, así que me enamoré.

Anhelaba un cambio, que pasara algo, como una aventura, y enamorarme parecía más fácil que resolver un asesinato, por ejemplo.