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Críticas sobre Nada crece a la luz de la luna (7)
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JuanjoAranda
 28 March 2021
¡PLOFF CHAFF PUUUMM BOOOOMMMM!!!! (onomatopeya de mi cerebro al terminar el libro)
Nunca lo había pasado tan mal de una forma tan maravillosa. Es una historia muy dura, pero está escrita de una forma tan bonita y tan poética que te plantas en la parte final del libro diciendo: ¡Señora Nedreaas, puedes usted matarme si quiere, soy todo suyo!
¡Y vaya parte final! Algún testigo que me estaba viendo leer afirma que se preocupó cuando me empezó a salir humo por las orejas. ¡Alucinante!
Admito que me lancé a esta historia sin paracaídas y sin tener ni idea de lo que me iba a encontrar y no puedo estar más satisfecho. Es una historia que tengo claro que no va a dejar indiferente a nadie. Durante todo el relato se respira esa aura de melancolía que te atrapa y hace que no puedas dejar de leer. Tiene un efecto casi mágico. Cuando te paras a pensar la fecha en la que está escrita esta novela, te tienes que agarrar a la silla para no caerte. Puedo decir que, de momento, ha sido el descubrimiento del año.
Me encanta la última frase del libro, la de la esperanza, que hace que el lector acabe completa y perdidamente enamorado de esta narración.

Tengo que reconocer que ella me ponía un poco nervioso al principio. Hubo un momento en que casi grité desesperado: ¡No aburres a nadie!¡Cuenta la historia yaaa! Pero eso no hace más que acentuar la inseguridad y el miedo que le acompaña.
De él solo tengo claro que morirá de cáncer de pulmón. Nadie que tenga un almacén de cigarrillos para uso propio pude vivir mucho tiempo para contarlo.

Me ha gustado tanto este libro, que en cuanto terminé de leerlo me fui a la estación a abordar a una chica de la misma forma que lo había hecho el protagonista, para así poder disfrutar de una historia de la leche toda la noche. Algo debí hacer mal, porque lo que me dieron fue una leche cuyo dolor me duró toda la noche… ¡Por no hablar de la inflamación de la mejilla! ¡Para que luego digan que nada crece a la luz de la luna!
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Passiopelsllibres
 25 August 2021
Empecé este libro en el mes de marzo que forma parte del itinerario #lavueltaalmundoen80libros. de entrada, es un libro crudo, te transmite el agobio de la protagonista que deambula por una estación y se encuentra con un hombre y le pide si quiere disfrutar de su cuerpo o de su alma. le cuenta su historia.
La autora nos retrata el amor no correspondido o ese amor que duele, que lo sientes, que te impregna por dentro y que sabes que no puedes olvidar a esa persona, aunque quieras. Que luchas por un final feliz, pero tienes la certeza que no será posible, aunque duele mucho reconocerlo. Una relación tóxica. Nos habla de diferentes instantes de su vida.
Además de la historia de amor, Nedreaas hace una crítica brutal a la sociedad, a la situación de la mujer en ese momento, al aborto, al qué dirán, la precariedad laboral, la economía y las injusticias sociales. El relato está regado con mucho alcohol y cigarrillos.
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Guille63
 11 March 2023
Desde las sobrias y cortantes frases con las que se inicia la novela, Nedreaas nos transmite inmediatamente una intensa sensación de apremio, de urgente necesidad de auxilio y desahogo, primero por parte de la voz que narra e inmediatamente después, y ya durante toda la novela, por parte de la desconocida mujer que el narrador encuentra en una estación de tren y que sin apenas preámbulos le vomita encima toda una vida de infelicidad y desamor en un discurso anárquico, atropellado, doloroso, apremiante, acusador, desesperado y, aun así, hipnótico.

Quizás por esa estación de tren en la que se inicia el relato y por el desgarro que viste su confesión, de inmediato me vino a la mente la maravillosa novela de Elizabeth Smart, En Grand Central Station me senté y lloré. Como en ella, también aquí se describe con “sangre, mucosidad y pus” lo horrible que puede llegar a ser ese amor que no resiste explicación alguna, lo obsesiva y destructora que puede ser una relación de dependencia, lo venenoso de su influjo, capaz de soportarlo todo, de perdonarlo todo, de justificarlo todo, de disolver la personalidad de la dependiente hasta hacerla irreconocible.

La lectura transmite magníficamente lo difícil que podemos llegar hacer que sean las cosas que no tienen por qué serlo, de que todo puede ser muy distinto a poco que cambien las circunstancias, y ello aunque se tenga un ojo azul y otro marrón, claros indicios de que se es capaz de todo, aunque el precipicio siempre esté ahí para aquellas personas que son incapaces de renunciar a la búsqueda de algo más, para esas mujeres que, como esta, odia a las mujeres que como su madre son incapaces de rebelarse, que dejan que su alma se pudra sin remedio.

“¡Oh, por eso no las soporto! Se vuelven mezquinas porque su mundo no va más allá de la tienda, la cocina y el pozo. Se vuelven malas porque no toleran una alegría en la que no participan. Se vuelven arrogantes porque creen que las desgracias ajenas las elevan un poco por encima de su propia miseria. ¡No! ¡No! Desde pequeña siempre he sido un silencioso y pasivo NO.”

Esta feroz crítica a la resignación de aquellos que se sienten “más seguros bajo la luz de la luna”, sin ser conscientes de que “Nada crece a la luz de la luna”, acrecienta su intensidad por las humillaciones a las que, por parte de su amante, se somete la protagonista, al que vuelve una y otra vez. La lucha interna que se establece en su alma por la cruel contradicción entre todo aquello que denuncia y desprecia y la dependencia sentimental que sufre y de la que, en cierta forma, se siente orgullosa por lo que ello significa de acercamiento a esa luz del sol que ciega y abrasa, es lo que dota al relato de una fuerza dramática admirable.

¿Y qué es todo aquello que denuncia y desprecia? No es poca cosa. La situación de los trabajadores, la pobreza, la desidia de la sociedad incapaz de luchar por el cambio social,

(Acerca de un grupo de sindicalistas) “Aquellos jóvenes que representaban a la única juventud que trabajaba para dar cumplimiento a nuestros deseos y anhelos ni los mirábamos”

el alcoholismo, las hipocresías morales y religiosas, el bálsamo incapacitante de la Iglesia,

“Los pobres vienen aquí a buscar riquezas. Los débiles vienen aquí a buscar fuerzas. Aquí vienen los temerosos a hallar esperanza. ¿Acaso no hay que agachar la cabeza ante un poder que puede otorgar a la gente una riqueza inexistente, una fuerza que debilita su solidaridad y una esperanza que les arrebata cualquier esperanza en esta vida?”

las normas sociales que aplastan especialmente a la mujer obligadas a ser esposas y madres, a no poder desplegar libremente su sexualidad,

“Hay muchachitas dulces que piensan con deleite en obscenidades. Cuanto más indecentes sean, mejor.”

la doble moral sobre el aborto, todo el horror que conlleva, las causas que lo determinan, las condiciones en las que se ven obligadas a llevarlo a cabo, la soledad, la angustia, la culpa, la pena.

En fin, un clásico de la literatura noruega escrito por una mujer valiente nada más y nada menos que en 1947. Tienen que leerla.
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Antarai
 26 April 2021

Hay algo de decadente cuando un tren sale de una estación, sobre todo para el que se queda en el andén, con las manos en los bolsillos o echando un cigarrillo entonces, ahora mirando la pantalla de su móvil buscando alguna notificación inesperada. Es un momento extraño cuando dos extraños cruzan miradas en ese mismo andén, a sabiendas que ese tren se ha ido y que ya no tienen donde ir. No sabemos si este es el caso de estos dos desconocidos que se encuentran en aquella estación de tren y que deciden irse juntos a pasar la noche. Una vez allí, la narración del hombre se convierte en el marco que contiene la confesión de la protagonista. ¿Mi cuerpo o mi alma? le pregunta en un momento dado. Él pide el alma, ¿qué harías tú?
El lector se convierte en voyeur en esa habitación en la que asistirá al testimonio de esta Sherezade improvisada, dispuesta a desnudar esa alma entregada de manera poética, pero también cruda y descarnada. Es la historia de su primer amor, una relación enfermiza, tóxica, dentro una sociedad que nunca se iba a poner de parte de la mujer en este mundo de postguerra. Es solo una noche, pero vemos pasar toda una vida llena de dolor y malas decisiones. Nada crece a la luz de la luna es una novela extraordinariamente bella, a pesar de sus pasajes descarnados, que trata temas duros y muy actuales a pesar de haber sido publicada en 1947.

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galegalendo
 01 November 2021
Debo decir que esta editorial es tremendamente tentadora y ya me ha conquistado. Eso es lo primero.

En cuanto a la novela, tenemos una obra de arte de introspección. Sin duda, el intimismo se palpa en cada párrafo. El ambiente, la elección  de las palabras, el escenario, el ritmo... todo nos lleva a adentrarnos en el alma de la protagonista, que el narrador acoge, testigo providencial de una confesión victimizada.

Se trata de una historia melancólica, triste, que no deja indiferente. Es una lectura lenta, que no vale para cualquier estado de ánimo. Pero es simplemente preciosa. La forma, no el fondo. Nuestra mujer misteriosa se desnuda ante nosotros y no nos queda más que agradecer que nos haya escogido.

No busquéis acción. No busquéis misterios emocionantes. No busquéis dramas heroicos. Lo que sí encontraréis, es humanidad.
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Eduardo_Irujo
 17 September 2020
Dos extraños. O mejor decir, desconocidos. Se encuentran en una estación. Él la invita a su casa, ella acepta torpemente. Son dos islas en medio de la ciudad. Llegan al apartamento. Intercambian palabras de cortesía. Y comienza la noche más larga. Ambiente cargado por el humo y la bebida. Ella bebe y fuma mucho, tiene que contar (o contarse) su historia. ¿Confesión? ¿Desahogo?

Noruega, una pequeña ciudad costera llamada Gruben, pobreza, miseria, trabajos extenuantes. Allí se consuma la historia que, narrada con maestría por Torborg Nedreaas (1906-1987), nos pone un nudo en el estómago. La moral enfrentada al deseo. Las convenciones sociales contra la vida. O la vida contra la maledicencia.

Una relación amorosa consume a la protagonista, una relación prohibida o directamente mal vista por las buenas gentes de Gruben. Todo esto la aleja de su familia: un padre minero, una madre abnegada que limpia sábanas, una hermana que se queda embarazada y un hermano pequeño que entra muy joven a trabajar en una fábrica de conservas.

La novela es un retrato poliédrico, quirúrgico, sobre cómo se construyen las relaciones de poder y de amor en sociedades cristianas, puritanas, muy cerradas. La protagonista intenta combatir pero sucumbe a esas convenciones, a ese declinar perplejo de la juventud.

Y lo cuenta –todo- a un absoluto desconocido ya que, como dice en varias ocasiones, siempre estamos solos: “Tendré menos miedo si sé que comprendes lo que te quiero decir. Sí, porque tengo miedo. No sé, pero ese miedo gris a veces me agarra y me impulsa como una hoja al viento... Bueno, ¿miedo? No, miedo no. No tengo miedo. Ya no” (p. 222)
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microleTTera
 12 September 2023
Bajo este sugerente título se esconde una narración llena de dolor, de soledad, de resignación. Obra publicada en 1947, anclada a un tiempo y a un lugar (Gruben, en Noruega) desde el que su autora, Torborg Nedreaas, nos contará la historia de una mujer sin nombre, que ama y que sufre todas las penalidades que su género conlleva. Habla de feminismo, desigualdad social, amor (esperanzado, ciego, tóxico, eterno), aborto, hipocresía… Y lo hace partiendo de la pura necesidad de contar, de narrarnos para expiar, de alguna manera, todo lo que nos corroe. El encuentro entre esta mujer y un hombre en una estación de tren desembocará en una noche de confesiones entre dos extraños. Solo conoceremos la historia de ella, a borbotones, desordenada a veces, dura. Durísima. Y él la escuchará, atento a cada palabra; a cada gesto; a los ruidos que llegan de la calle; al espeso, cargado ambiente de cigarrillos y alcohol.

Es cruda la historia y lúcida la escritura de Torborg Nedreaas. Porque sus confidencias están ubicadas y narradas desde la naturaleza de Noruega, desde los fiordos, desde ese mar alborotado. También desde la penuria y la pobreza, desde el rechazo y la crítica. Y, se sitúe en uno u otro extremo, la prosa de la autora es precisa y cuidada. Salpicada de recursos que hacen más llevaderos la asfixia y el frío. Una delicia abrupta en ocasiones, por necesaria. Tal vez sea porque, como la protagonista dice en algún momento, siempre ha ansiado la búsqueda de la belleza: «y durante mi vida entera he amado todo aquello que es hermoso». A pesar de todo lo que nos cuenta, de ese engaño que, como mujer, le enseñaron que es la vida. de la entrega, la sumisión y el cuestionamiento constantes.

Al final, como él, seguiremos buscándola entre la gente, tratando de encontrar ese abrigo azul, para saber, simplemente, que está. Porque permanece. En algún lugar.
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