Kim Ji-young es una mujer joven que empieza a hablar con la voz de otras mujeres que han pasado por su vida. A raíz de esto, su entorno se preocupa, no sabe qué le puede estar ocurriendo... Y así, empieza un relato en el que vamos conociendo todos aquellos puntos de su vida en los que Kim Ji-young se ha visto perjudicada simplemente por ser mujer: en su nacimiento, en sus estudios, en el trabajo, en el entorno familiar, en la relación de pareja, en la maternidad...
Sin victimismo, sin grandes dramas, con bastante objetividad, con datos estadísticos, y con una tranquilidad pasmosa, esta novela relata todas esas desigualdades ya asumidas entre hombres y mujeres en la sociedad surcoreana, que podría ser la nuestra en más de un aspecto. Me ha recordado mucho a La vegetariana, pero el relato es mucho más realista, y eso ha hecho que el mensaje me llegara de una forma mucho más demoledora.
Lo que le ocurre a Kim Ji-young son situaciones tan normales, que puestas una detrás de otra te contagian perfectamente el agobio de sentirse encerrada en un laberinto sin salida, la sensación de que esta suma de injusticias sigue cayendo gota a gota encima de nuestras cabezas... Algo insostenible y, sin embargo, tan natural...
De vez en cuando, en la vida de Kim Ji-young aparecían mujeres que parecían insuflarle ánimos, pero a veces daba la impresión de que el consuelo que le ofrecen es el de los tontos... No estás sola, le vienen a decir. ¿Y eso es esperanzador, acaso? ¿O precisamente porque es "lo normal" debería ser más preocupante?
Le seguiré dando vueltas a esta novela, me ha gustado muchísimo.
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