Para pintar un retrato, ni que decir tiene, primero hay que captar los rasgos peculiares del r9ostro, pero con eso no basta. Si no se profundiza más, el resultado puede limitarse a una caricatura. Hace falta darle vida, descubrir la esencia de la fisonomía del retratado. En cierto sentido, el rostro se asemeja a las líneas de la mano. Más que rasgos distintivos de nacimiento, se forman poco a poco con el transcurso del tiempo y en funci9ón del ambiente externo en el que se desarrolla cada uno. Por eso no hay dos rostros iguales.