Cuando todo va bien, hay que empezar a preocuparse.
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Cuando todo va bien, hay que empezar a preocuparse.
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Mi padre ya empezaba a derrochar, no lo podía evitar, las buenas noticias le aflojaban el bolsillo.
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El éxito lleva en su interior la semilla del fracaso.
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La verdad es que en la vida nunca se está realmente preparado para lanzarse al vacío. Se necesita un empujón, como el que da el pájaro a su cría para que eche a volar. No hay quien escape a ese momento de vértigo.
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El éxito lleva en su interior la semilla del fracaso, y viceversa.
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A leer y escribir se aprende de pequeño; cuando el cerebro está formado es muy difícil, casi imposible, iniciarle a la gimnasia de la escritura.
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Uno podía tener talento, otro ser más inteligente, más rico o más pobre, pero si uno no sabía organizarse, desperdiciaba gran parte de su potencial y la vida se le complicaba.
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Es difícil vivir sin comprender, porque es necesario encontrar un sentido a lo que nos ocurre. A veces se tarda toda una vida en emerger de las brumas del pasado y descubrir una explicación de por qué las cosas ocurrieron como ocurrieron.
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Las amistades y los amores son temporales; el amor de un padre hacia su hijo y viceversa, es eterno porque se manifiesta mucho después de la muerte de ambos, en lo que han puesto en marcha mientras vivían y cuyo eco resuena en el tiempo.
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A su Stradivarius, regalo de la reina Isabel II, le sacaba el sonido más puro que podía esperarse de un violín, y sin mostrar esfuerzo alguno. Mi padre cerró los ojos en una especie de éxtasis y cuando los volvió a abrir, se le escaparon gruesos lagrimones.
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Escribió un libro titulado "De lo espiritual en el arte"