Ana de Tejas Verdes

En Avonlea, como ocurre en muchos otros lugares, hay gente capaz de desatender sus propios asuntos para dedicarse con tesón a los de sus vecinos

—Pones demasiado corazón en las cosas, Ana —suspiró Marilla—. Me temo que te esperan muchas decepciones en la vida.
—Oh, Marilla, pensar en lo que va a pasar es la mitad del placer —exclamó Ana—. Puede que no consigas las cosas, pero nada puede arrebatarte el placer de haberlas disfrutado pensando en ellas. La señora Lynde dice: «Benditos aquellos que no esperan nada porque no serán defraudados». Pero yo creo que sería peor no esperar nada a quedar defraudado.

—Solamente eres Ana la de Tejas Verdes —se dijo muy seria—, y te veo tal y como eres ahora, aunque imagines que eres Lady Cordelia. Es un millón de veces mejor ser Ana la de Tejas Verdes que Ana la de ninguna parte. ¿O no?

Hay tanto campo a la imaginación en el viento...

—Querido mundo —murmuró—, eres precioso y me alegro mucho de estar viva en ti.

Se puede disfrutar de todo cuando uno está firmemente decidido a ello. Por supuesto, hay que estar firmemente decidido.

Esperar las cosas con ilusión es la mitad del placer que dan.

Pues yo creo que esperar las cosas con ilusión es precisamente la mitad de su placer.

Me encantan las cosas románticas; y un cementerio lleno de esperanzas muertas es lo más romántico que uno puede imaginarse.

Es un millón de veces más lindo ser Ana de Tejas Verdes que ser Ana de ninguna parte.