Una maestra se muda a una casa distinta, como tantas otras veces, acompañada de su gato. Ella nos cuenta esta historia: sus clases, su casa “nueva”, cómo es su gato y la convivencia con él. A través de sus palabras las lectoras podemos ir intuyendo rasgos de su personalidad, pero esto no es lo importante en esta obra, sino la relación que ella establece con su familia no humana: con El Ujier (así se llama su gato) y con
Perrita Country, una perra que adopta durante el transcurso de las páginas. de hecho, más que contarnos la relación que ella establece con ellos, es más una narración desde la contemplación de los animales y las asociaciones mentales que ella hace entre sus acciones (y sentimientos imaginados) y el resto de su entorno.
Sara Mesa nos plantea – a la vez que se lo plantea la narradora– cuestiones que reflejan la realidad de que el resto de animales son seres sintientes y sensibles (ahora que este tema está sobre la mesa en España). Es una lectura deliciosa que profundiza más de lo que a simple vista pudiera parecer, no solo por el tema animal, sino también por cómo somos los humanos y las similitudes tan grandes que hay entre unos y otros ¿no somos acaso animales nosotros también?
No hay mucha acción en este relato, todo es pausado, calmado, todo invita a la reflexión y está lleno de sutilezas en las que pararse. Como persona que ha compartido gran parte de su vida con gatos y perros no sé muy bien qué sentimientos va a despertar en quien no lo haya hecho, pero estoy segura de que –aunque solo sea por lo fantásticamente bien que escribe Mesa– lo va a disfrutar un montón y va a sentir ese vínculo que tan bien recrea la autora.
Las ilustraciones de Pablo amargo tienen más que merecido el premio que acaban de concederle por este libro: la Medalla de Oro de la Sociedad de Ilustradores de Nueva York. Son unas ilustraciones preciosas. A primera vista pueden parecer sencillas y hasta “sosas”, pero esconden una cantidad enorme de detalles que son, sin duda, el mejor complemento para el texto.
Una delicia
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