Me agacho a su lado, le acaricio el lomo áspero, las orejas suaves. Ella me mira. No se va. Se queda allí conmigo, entregada a las caricias.
|
Me agacho a su lado, le acaricio el lomo áspero, las orejas suaves. Ella me mira. No se va. Se queda allí conmigo, entregada a las caricias.
|
¿Por qué pesa siempre más lo leído, lo escuchado, lo una y mil veces repetido, lo fijado por la no siempre sabia sabiduría popular —llevarse como el perro y el gato; el perro y al gato nunca en el mismo plato— que la experiencia propia, que lo que estoy viendo ahora mismo con mis propios ojos?
|
Solo en el caso de que hablara —de que hablara con el lenguaje verbal articulado de los humanos— yo podría entenderla, y ni siquiera eso está muy claro, dado que no entiendo a muchas personas que me rodean y ellas a mí tampoco.
|
—Una mala experiencia no tiene por qué marcar toda una vida —dice—. Hay que vencer el trauma.
|
Yo me siento en paz. Miro a mis animales. Su fragilidad ante nuestra ignorancia, su vulnerabilidad ante nuestra crueldad. El secreto de su existencia, que guardan bajo llave, celosamente. Mirarlos es como mirar un misterio. Quizá están hechos de la misma sustancia de los dioses, de la magia que sincroniza los astros y ocasiona la telepatía. Quizá acariciarlos, sentir su calor y sus latidos bajo la humilde palma de la mano, es la única manera que tenemos de rozar la trascendencia. Penetrar en su mirada es iniciar un viaje enigmático ante el que hay que guardar silencio e intentar no pensar. Hacer, mentalmente, una reverencia, ser amables y pacientes, reconocer su grandeza, nuestra pequeñez ¿Existe ese perro?, me pregunto. |
Miro a mis animales. Su fragilidad ante nuestra ignorancia, su vulnerabilidad ante nuestra crueldad. El secreto de su existencia, que guardan bajo llave, celosamente. Mirarlos es como mirar un misterio.
|
Hago, mentalmente, una reverencia. Soy, o trato de ser, amable y paciente con ellos. Reconozco su grandeza. Admito mi pequeñez.
|
Plutarco decía que quien maltrata a un animal terminará maltratando a sus semejantes. Para Descartes, en cambio, el grito de dolor de un perro no es más que una reacción mecánica equiparable al chirrido de una rueda que gira. Pienso, luego me equivoco, así que descarto a Descartes y me quedo con Plutarco.
|
Empiezo libros que ya he leído y películas que ya he visto y tardo demasiado en darme cuenta.
|
En esta nueva casa y esta nueva época de noches insomnes y largos suspiros por la escalera que hace clap clap, sueño a menudo con un perro, con la posibilidad de tener un perro. Imagino un perro grande y protector, apacible, elegante. Un perro capaz de leerme la mente e intuir los vaivenes de mi alma, con hermosos colmillos blancos y el pelo suavísimo. Un gran perro que me sirva de guía y de almohada. ¿Existe ese perro?, me pregunto. |
¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?