Martina miró de reojo a Madre, que estaba recogiendo la cocina. ¿qué grado de sinceridad le estaba permitido?
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Martina miró de reojo a Madre, que estaba recogiendo la cocina. ¿qué grado de sinceridad le estaba permitido?
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Sin haber sido formulada una prohibición expresa, Rosa sabe que los novios no son bienvenidos en su familia. Que el mero hecho de tener novio, o de desearlo, es una aberración. Que ante esa posibilidad, se sacaría la artillería pesada, en pos del bien común, por supuesto. Un novio significa sexo, y el sexo, ya se sabe no existe. La misma palabra sexo es impronunciable, con la explosión efervescente y festiva de la equis. Quien la diga en voz alta está ya manchado por la sospecha, porque revela un conocimiento impropio. Como cuando en la televisión salen animales copulando y ellos fingen no saber lo que pasa.
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Mírala desde el ojo del sueño
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Martina escribió en su cuaderno (...) un virus puede heredarse de los padres y aunque se cambie de padres, el virus sigue ahí dentro sin morirse.
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Qué hombre más irrelevante, se dijo, qué historia más pequeña en el fondo.
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¿Seguro? ¿Seguro que no quieres saber nada más? ¿Seguro? Martina quería saberlo todo, pero, a pesar de su edad, ya intuía que la verdad, dicha de ciertas bocas, es imposible de alcanzar. ¿Quería saber las cosas a través de la boca de Padre? ¿Cosas secretas? ¿Cosas ordinarias? Padre esperaba con los brazos cruzados, observándola por encima de las gafas, insistiendo en que si quería saber algo preguntase directamente, pues en aquella familia no había secretos y se podía hablar con franqueza.
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Hay grandes decisiones, solo una ristra de pequeñas, incluso diminutas, decisiones, tomadas casi por azar, aunque en realidad no. En realidad, tomadas con titubeos pero también con audacia, una a una, paso a paso, libremente. Tomadas para bien.
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¿Quién escribió la saga?