Rojo, blanco y sangre azul

Pensar en la historia me hace preguntarme como encajaré un día, supongo.

Mira: no logro decidir si tus correos hacen que te extrañe menos o que te extrañe más. Cuando leo las cosas que me escribes, hay veces que me siento como si fuera una curiosa piedra en medio de un precioso océano de aguas transparentes.
Tu amor es mucho más grande que tú mismo, más grande que todo. Me cuesta creer que haya tenido la suerte de presenciarlo siquiera, de ser el que ha conseguido tenerlo y es tanto que deja de parecer una suerte y empieza a parecer el destino.

Cómo se atreve Henry a entrar en su casa con esa pinta de hijo de James Bond que tiene y que es en realidad, beber vino tinto con el primer ministro y actuar como si no le hubiera metido a él la lengua y no le hubiera hecho después el vacío durante un mes.

No sé si alguna vez tendré permiso para contárselo al mundo, pero... quiero contarlo. Algún día. Si he de dejar algún legado a esta maldita tierra, quiero que sea auténtico. De manera que puedo ofrecerte toda mi persona, del modo que quieras tomarla, y puedo ofrecerte la oportunidad de una vida. Si puedes esperar, quiero que me ayudes intentarlo.

Así que la historia ¿eh? Seguro que tú y yo haríamos historia.

Explorar tu sexualidad es sano, pero ¿tiene que ser con un príncipe de Inglaterra?

El derecho que tengo por nacimiento no es la felicidad, sino un país.

Cuando su cabeza es una tormenta, Henry es el lugar en el que el relámpago cae a tierra. Y quiere que sea cierto.

¡Deja de intentar ser la Jane Austen de mi vida!

Las personas heterosexuales, razona, probablemente no pasan tanto tiempo convenciéndose de que lo son.