Le gustaba la calefacción que la actividad física regala. «Cortar la leña me ahorra quemarla», decía. El remedio se comía al problema antes de que surgiera.
|
Le gustaba la calefacción que la actividad física regala. «Cortar la leña me ahorra quemarla», decía. El remedio se comía al problema antes de que surgiera.
|
Todo el tiempo les sonaba el móvil, que contestaban a gritos. Contaban siempre a través del teléfono lo bien que estaban en la soledad del campo, gran paradoja si los fines de semana se lo pasaban hablando con el exterior (página 148).
|
Aquí coronaron otro de los ochomiles de su soplapollez. Cogerse una casa en el campo para venir a hacer vida rural y pillarse una chica era una cretinada de nuevo rico, de calzonazos de vida de mucho denuedo y mucho mérito...No es ilegal ir a pescar en esmoquín, pero es de ser de un retronormal subido.
|
Si la falta de dinero es frustrante y provoca desvalimiento, entonces aquí estaba el desfrustrante descubrimiento de su desdesvalimiento.
|
Media victoria es que el enemigo no sepa que tú lo eres suyo. Y victoria entera es que el enemigo no sepa ni siquiera que tú existes.
|
Con su pobreza autosurtida compraría tiempo, porque pasaba ratos mucho mejores en el mercado de horas que en el de frutas y verduras. Aquel le ofrecía mejor producto.
|
Con cada céntimo que dejaba de fabricar compraba un minuto de freática paz a estrenar. Le parecía muy barato.
|
Llevaban la marca de la ropa tan a la vista que Manuel podía leer las letras desde el sobrado. Fuera de esto, iban muy rotulados de indumentaria, con mensajes que muchas veces resultaban de desconcertante desbarajuste. Había varios que tenían que sujetarse la barriga a pulso con las manos, y vestían camisetas de gimnasio. Sentían un potente horror al silencio. No sabían estar sin hacer ruido, como si necesitaran la constante confirmación de que estaban presentes allí y en ese momento. Si el miedo al silencio es de gente acobardada ante si mismo, estos vivían en el pasaje del terror.
|
Acometía el día jubilado de todo y de todos, inmerso en su eutanasia social autoaplicada, con la certeza de que no se la había perdido absolutamente nada en absolutamente en ningún sitio, fuera de la cápsula en la que había aparecido como por ensalmo.
|
La carencia era su gran, saciante patrimonio. Se estaba instalando en una austeridad fiera en la que chapoteaba cada vez con mayor deleite, como quien se da a la gimnasia extrema y goza con la quema muscular, la falta de aliento y el dolor de plantas. Su apetito por la sobriedad empezaba a ser gula, y su amor por la pobreza empezaba a ser lujuria.
|
¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?