Los asquerosos de Santiago Lorenzo
Llevaban la marca de la ropa tan a la vista que Manuel podía leer las letras desde el sobrado. Fuera de esto, iban muy rotulados de indumentaria, con mensajes que muchas veces resultaban de desconcertante desbarajuste. Había varios que tenían que sujetarse la barriga a pulso con las manos, y vestían camisetas de gimnasio. Sentían un potente horror al silencio. No sabían estar sin hacer ruido, como si necesitaran la constante confirmación de que estaban presentes allí y en ese momento. Si el miedo al silencio es de gente acobardada ante si mismo, estos vivían en el pasaje del terror.
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