La chica de las zapatillas de colores

[...] todo, por difícil que parezca, es posible si te atreves a soñar, [...].

Busca tu felicidad, [...], y cuando la encuentres nunca la dejes escapar.

Es una lástima que todavía existan personas que se permitan el lujo de criticar lo que no comprenden sin tomarse primero la molestia de conocerlo.

[...] la ignorancia es la lengua del desconocimiento.

La clase no la da la ropa, sino la educación.

Cuando me sumerjo en la trama de una historia no quiero ser realista, quiero vivir otra vida, convertirme en una princesa, una guerrera, una espía o en cualquier otro personaje que nunca seré. ¡Cuando voy al cine quiero soñar! ¡Para educativas ya están las Matemáticas!

—No tengo nada en contra del color, en su justa medida —especifico—. Pero aquí dentro, entre la nevera rosa, el sofá verde chillón, las sillas azul celeste, la mesa morada y las cortinas amarillas, tengo la impresión de haberme convertido en una ficha del parchís —bufo mirando de nuevo a mi alrededor con actitud desdeñosa.

Este mocoso es mi única debilidad, mi punto débil, y lo peor es que él lo sabe, por ello durante sus once años de vida ha conseguido desarrollar y perfeccionar una infalible técnica de persuasión que deberían enseñar en todas las facultades de derecho del país con la que casi siempre consigue ablandarme y manipularme como mejor le conviene.

Las películas deben trasladarnos a mundos inimaginables, hacernos soñar con romances eternos o permitirnos vivir aventuras que de otra forma ni siquiera podríamos soñar.

Una conciencia tranquila es la mejor almohada que se puede tener.