Vagalume

Brillante novela con un título que nos puede parecer confuso y enigmático pero que una vez conocido su significado, comprenderemos que es muy apropiado y acertado.

Vagalume significa, en gallego y portugués, luciérnaga. Y con ese término el protagonista quiere rendir tributo a la memoria de su padre, un maestro al que le fue prohibido por la dictadura ejercer en su profesión y tuvo que reinventarse como escritor de pequeñas novelas sobre el oeste y policíacas mayormente, escritas siempre con seudónimos, con el único fin de entretener y con un tiempo muy breve de elaboración, escritas en dos o tres días, para poder mantener a su familia con los ingresos obtenidos a través de este particular género que llegó a ser muy popular en aquellos tiempos.

Para poder concentrarse sin interrupciones, su padre tenía la costumbre de descansar de día y trabajar de noche, esa es la interpretación simple del término de vagalume, por la luz siempre encendida en su lugar destinado a la escritura durante la noche. Otra interpretación más poética sería la indicada para esas personas que aún desarrollando su labor entre sombras son capaces de tener un brillo propio.

Más allá de la historia de su padre, la novela se centra en la vida del propio Manolo, periodista en un diario de una pequeña capital de provincia y que en su momento ganó un premio literario con derecho a la publicación de una obra, aunque al final la novela fuera requisada y prohibida por la censura. Hombre introvertido y de pocos amigos, sólo se le conocen dos propósitos en su vida : el trabajo en el diario y su familia.

Cesar es un escritor de reconocido prestigio y que puede vivir de la literatura con cierta holgura, él será el que haga las funciones de narrador en el libro. En sus inicios como periodista, después de salir de la universidad, trabajó con Manolo en la sección de cultura del diario, su afición en común por la literatura hará que mantengan una relación cordial que perdurará en el tiempo.

Será una vez que ya ha fallecido Manolo, cuando surgirán unos indicios de que su vida tal vez no era como su familia y amigos habían imaginado. Surgirán pruebas contundentes que revelarán partes de un misterio que Cesar será el encargado de descubrir.

¿Hasta que punto se puede llegar a conocer a una persona? ¿Es posible que después de más de treinta años nos sorprenda nuestra pareja, nuestro padre?.

Como uno de los personajes dice: todos tenemos tres vidas, la pública, la privada y la secreta.

La última novela de Julio Llamazares ha despertado en mí sensaciones encontradas.. No cabe duda de que normalmente pulula un sentimiento poético al rememorar la vida de un fallecido. Con ese gesto le aportamos a la persona cierto valor absoluto. Porque pensamos en quienes han sido buenos, quienes han estado a nuestro lado y nos han hecho sentir bien, bien con sus actos (familiares, amigos) bien con sus testimonios (escritores, artistas). Es difícil que gastemos un solo minuto de nuestro tiempo en alguien que nos hizo infelices; estas personas, que también las hay, mueren en el mismo momento en el que se silencian sus constantes vitales; se ven privadas, para nosotros, de vida eterna.

En Vagalume, muere Manolo Castro, un periodista, amigo y maestro de César cuando éste empezó a trabajar en el periódico. César va al pueblo, donde tantas vivencias compartieron, para el funeral y el entierro. Allí vuelve a encontrarse con Elvira, la viuda de Manolo, María y Sara, sus hijas ya mayores y un par de amigos en común. Pero el primer día de su estancia en el hotel una extraña mujer le deja un libro inédito escrito por Manolo.

En su familia desconocían la labor secreta del periodista, a quien en su juventud le censuraron su primera obra, lo que provocó que abandonase la literatura para dedicarse sólo al periodismo. Sin embargo, aparecen en su casa otras novelas y una obra de teatro que Elvira da a César para que las lea. Aquí comienza un misterio estimulante para el protagonista, pues pretende averiguar por qué escribía su amigo sin que su familia supiese nada y por qué una mujer anónima tenía la novela censurada. Y sobre qué escribía. Esto último se le va revelando a César conforme lee la obra de Manolo. Las otras preguntas también las descubre durante la lectura.

¿Por qué escribimos? Este interrogante se lo han hecho multitud de escritores desde que Jorge Manrique escribió las Coplas a la muerte de mi padre y en las que, además de la vida terrenal, que acaba con la muerte, y la eterna, que empezaría con ella, estableció una tercera vida, la de la Fama, capaz de perdurar más allá. A pesar de creer en el cielo, algo debió intuir sobre la importancia de permanecer aquí en la tierra.

La vida terrenal de Manrique es fugaz y está sometida a multitud de vaivenes, que se eliminarían en la eterna. Esto, para Llamazares, no es del todo cierto. Si no somos capaces de afrontar y superar las dificultades, no tendremos vida eterna, nadie nos recordará y, por supuesto, no nos perseguirá la Fama, que no es sino el reflejo de una vida auténtica perpetuada en la memoria.

La vida pública, terrenal, de Manolo fue buena; demostró ser un hombre íntegro en su trabajo y con sus amigos. Sin embargo no fue sincero con su familia, el secreto mantenido durante todo su matrimonio le impedirá gozar de la fama a través de su mujer e hijas.

En el secreto de Manolo Castro hay escasa implicación por lo que, como no se complica, la novela de Llamazares deja de ser enigmática. La solución a la intriga para los personajes es un tanto decepcionante, porque se han visto envueltos en una vida falsa que no admite solución. Los lectores también nos quedamos esperando una justicia poética que no llega, reflejo duro de la vida real.

En el hombre público de Manolo intuimos al escritor Julio Llamazares que va exponiendo en este ensayo novelado qué es escribir, «una forma de sobrevivir al tiempo, al vacío sucesivo de los días y su irreparable pérdida». En este sentido, también Manolo tenía necesidad de escribir, debía llenar ese vacío, por lo que para él era una salvación.

Por eso, César está seguro de que Manolo no tenía la intención de que su obra quedase en el olvido, sino que quería publicarla; probablemente así recuperase algo de la vida que no tuvo: «volví a escribir para sobrevivir a la pena».

Hay un pozo de tristeza en esta actitud no solo por la pena de ese escritor sino por la pena que irremediablemente ha dejado a su alrededor afectando a otros.

Vagalume es una obra en la que la metaliteratura está presente, como en una matrioska rusa, la novela de Manolo encierra la vida de su padre y esta su obra; y todas están contenidas en la obra de Llamazares; en ella, el autor intercala comentarios sobre la obra de teatro de Manolo en su propia obra, por lo que ambas se unifican «En realidad, el trabajo fue para los dos su vida. Para el padre porque a él le dedicó muchas horas […] Padre e hijo siguen sentados en el banco…».

No solo la obra de Manolo de Castro queda expuesta en la obra de Llamazares sino que se igualan en diferentes momentos, «la acción iba punteada por continuos flashbacks…».

En Vagalume lo importante no son los diálogos, escasos y cortos, sino las digresiones del narrador en las intervenciones de la conversación, «Mientras lo miraba ahora apoyado de lado en la barra del bar según su costumbre, recordé el día en que lo conocí».

Vagalume es una obra que permite al lector vagar por ella sin que ocurran apenas acciones. Tantos recuerdos puede que resten expectación sobre la trama novelística, pero son perfectos para introducir las reflexiones de Llamazares sobre el proceso de la vida y la escritura, sobre la función de la mujer aun hoy en la sociedad, «ya había dejado de trabajar para cuidar de mi primera hija», sobre reflexiones de otros autores «entre la pena y la nada elegí la pena». Y, sobre todo, es una obra redonda, perfecta, que se acoge a la lírica inmersa en la propia prosa de uno de los escritores actuales más significativos, «Vestía de verde y negro, se confundía con la vegetación, quién sabe si premeditadamente […] La mujer siguió como estaba […] Parecía formar parte del paisaje, verde y negro su vestido como éste».

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Vagalume me ha gustado porque es una novela bien escrita y por un ambiente de calidez humana que se desprende con la lectura; la portada es preciosa y muy acertada, se trata Squaring the circle, una obra de la fotógrafa de calles, de nacionalidad australiano-polonesa, Karolina Trapp, quien vive en Seattle (USA).

Este libro tuvo en un comienzo otro título Puente perdido, con respecto a un puente extraño que lleva casi a otra dimensión del tiempo y que jugará un papel en el relato.

Y expliquemos de una vez el significado de la palabra vagalume : quiere decir luciérnaga en gallego y en portugués, leyendo comprenderemos el nexo. El libro cuenta tramos de las vidas de tres escritores, es un libro sobre el oficio de escribir.

Hay un leit motiv en el texto y es que cada uno de los escritores repetirá en un momento la frase siguiente : todos tenemos 3 vidas, la pública, la privada y la secreta, y yo creo que esta frase tiene un valor universal.

Cesar es un periodista y escritor radicado en Madrid. Comenzó a trabajar en un pueblo (nunca nombrado) y en un periódico bajo las órdenes de Manolo Castro, quién en realidad fue un verdadero mentor porque compartieron, ademas del trabajo periodístico, muchos momentos alrededor de la literatura y de discusiones sobre la vida. Cesar vivió seis años en ese pueblo hasta que Manolo lo instó de partir y de hacer carrera.

A la muerte de Manolo, Cesar se rinde al entierro y empieza a saber muchas cosas que ignoraba sobre él. Primero, que éste escribió un libro sobre su padre, que nunca fue publicado. El padre fue un maestro republicano durante la Guerra Civil a quién se le prohibió ejercer la profesión y para sacar adelante a su numerosa familia se dedicó a escribir, bajo seudónimo, novelitas del Oeste o policiales que entregaba cada tres días y que escribía de noche mientras la familia dormía. Lo que le valió el apodo de vagalume, porque en medio de la noche desprendía luz. (…lo llamaron así, en gallego, que era su nacionalidad, porque escribía siempre de noche y la luz estaba permanentemente encendida en su habitación, lo que le convirtió en luciérnaga. Y porque como las luciérnagas vivió en la oscuridad toda su vida sin poder disfrutar de la luz del sol, esto es, de la normalidad).

Con los años, este hijo de profesor que es Manolo, escribe un libro sobre su padre que no será publicado, sino destruído por la censura, y el único ejemplar será depositado por manos misteriosas en el hotel donde se hospeda Cesar con motivo del entierro de Manolo. Además, cuando se abre un armario cerrado con llave, la esposa y las dos hijas de Manolo descubren con estupefacción que Manolo escondió varias novelas, más un par de libros de relatos y una pieza de teatro que jamás publicó.

Poco a poco Cesar lee la totalidad de la obra de Manolo y descubre un secreto que éste nunca desveló. La única persona que al parecer algo sabe, es Santamaría, el amigo pintor y mejor amigo de Manolo. Y en la pieza de teatro que dejó escrita, Manolo dejará la clave del enigma, al mismo tiempo que lo pone en acción en una discusión sobre el oficio de escritor y el periodismo : escribir era más que una vocación, era una forma de sobrevivir al tiempo, al vacío sucesivo de los días y su irreparable pérdida. escribir, algo absurdo y sin sentido para la mayoría de las personas, que se van de este mundo sin dejar testimonio de su existencia.

Una novela en forma de cajas chinas que se imbrican en una historia común y que se repite : escribir como medio de salvación , como medio de impedir el ahogo del fuero interno. Pero en la historia se evocan otros tópicos reflexivos como el paso del tiempo, la melancolía de la madurez, el peso de la memoria, el valor de la experiencia, las ilusiones, la amistad, la complejidad de las relaciones privadas.

Este libro me ha encantado por lo que conlleva de reflexiones insertadas en un texto por momentos tan poético.
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Como en las Navidades pasadas, aproveché un viaje en coche este verano para volver a los audiolibros, que los tenía un poco abandonados. Paseando por eBiblio decidí coger en préstamo el último de Julio Llamazares porque me gustaron otras obras suyas como “La lluvia amarilla” o “Atlas de la España imaginaria”.

Esta novela está protagonizada por César, un escritor que vuelve a la ciudad de provincias que le vio empezar su carrera periodística debido a la muerte de Manolo Castro, el que fue su mentor en el mundillo, además de un gran amigo. Estando allí recibe de forma anónima un manuscrito que resulta ser suyo y que fue censurado en su momento, ¿pero quién tenía en su poder la obra que su familia y amigos consideraban desaparecida? A raíz de esto empiezan a aparecer muchas más incógnitas referentes a su vida, puesto que aunque al jubilarse había dicho a su familia que había dejado de escribir, tras su muerte descubrieron varios manuscritos que no habían visto la luz en su despacho.

A medida que César va leyendo las obras inéditas de su amigo descubre la historia del padre de Manolo, que bajo el pseudónimo Vagalume (luciérnaga en gallego) publicaba las novelas del oeste con las que consiguió sacar adelante a su familia durante la dictadura. Pero además, según avanza la lectura, César descubre que su amigo es también Vagalume, pero que a pesar de tener varias obras en su haber decidió mantener la imagen y el oficio de periodista de cara al público. Tras esta decisión hay múltiples razones que César irá desvelando a lo largo de la novela, redescubriendo también al que fue su mentor.

Se trata de un bonito homenaje a la vida de escritor con cierto halo de misterio, pero he de reconocer (quizás por haberlo escuchado y no leído) que me resultó bastante reiterativo y algo tedioso por partes, puesto que la trama parece quedarse atascada por ir al ritmo al que va leyendo César las obras.

Leer a Julio Llamazares es otra historia. O es mucho más que disfrutar una historia. Llamazares es la palabra precisa cocinada a fuego lento y, por tanto, nutrirse de una calidad literaria fuera de duda.

Vagalume (precioso título, por cierto) es una luciérnaga en gallego y portugués. "Vagalume" es el padre de Manolo Castro: un republicano, de ésos que jamás pudieron volver a ejercer su profesión durante el franquismo, que escribía por las noches novelitas del oeste para obtener un sobresueldo con el que dar de comer a sus hijos. Mientras el mundo dormía, con una luz en un cuarto que alumbraba la noche, "Vagalume" rendía culto a la imaginación ejerciendo el oficio de escritor. Un oficio que se desarrolla necesariamente en soledad.

Con este personaje, Llamazares rinde un merecido homenaje a escritores como Marcial Lafuente Estefanía, un ingeniero republicano que, cómo tantos otros, encontró en la escritura del western una forma de supervivencia.

"Vagalume" es también Manolo Castro, su hijo, que tras dedicarse toda su vida al periodismo en una pequeña redacción de provincia, un trabajo gris y mal remunerado, donde enterró sus sueños, muere dejando en un armario bajo llave varias novelas y una obra de teatro sin publicar.

Y "Vagalume", sin duda, es César, un discípulo aventajado de Manolo, que saltó de trabajar en la sección de Cultura del pequeño periódico, a ser un escritor de éxito.

Cuando César es avisado de la muerte de Manolo Castro, se convertirá en el lector improvisado de su obra. Una obra, y un oficio, que ha ocultado deliberadamente a todo su entorno. A su mujer, Elvira, a sus hijas Marta y Sara. A sus mejores amigos.

¿Por qué? Este misterio, leer entre líneas su obra oculta, descubrir al autor y sus motivaciones, encontrar las razones que llevaron a Manolo Castro a esconder una parte tan importante de su vida hasta parecer ahora un gran desconocido, es el leit motiv de una trama que, en el fondo, Llamazares utiliza como excusa para hablar de literatura, del oficio de escribir, de sí mismo. Porque, no siendo una novela de autoficción, no dejamos de intuir, en ningún momento, que hay en "Vagalume" un regusto autobiográfico que el autor tampoco pretende ocultar.

Al final, los porqués importan entre poco y nada y sí la construcción de la historia. La lectura como placer en sí mismo. El gusto por las pequeñas historias bien narradas.

Llamazares es la diferencia, desde el principio lo fue, entre la literatura y el producto que se vende mayoritariamente para una legión de lectores/consumidores. No puedo recomendarla indiscriminadamente. A Llamazares se llega por necesidad en el viaje, no es parada turística obligada.

Literatura, literatura... qué pocos escritores hay, aunque a estas alturas parezca una paradoja.

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