Vagalume

Leer a Julio Llamazares es otra historia. O es mucho más que disfrutar una historia. Llamazares es la palabra precisa cocinada a fuego lento y, por tanto, nutrirse de una calidad literaria fuera de duda.

Vagalume (precioso título, por cierto) es una luciérnaga en gallego y portugués. "Vagalume" es el padre de Manolo Castro: un republicano, de ésos que jamás pudieron volver a ejercer su profesión durante el franquismo, que escribía por las noches novelitas del oeste para obtener un sobresueldo con el que dar de comer a sus hijos. Mientras el mundo dormía, con una luz en un cuarto que alumbraba la noche, "Vagalume" rendía culto a la imaginación ejerciendo el oficio de escritor. Un oficio que se desarrolla necesariamente en soledad.

Con este personaje, Llamazares rinde un merecido homenaje a escritores como Marcial Lafuente Estefanía, un ingeniero republicano que, cómo tantos otros, encontró en la escritura del western una forma de supervivencia.

"Vagalume" es también Manolo Castro, su hijo, que tras dedicarse toda su vida al periodismo en una pequeña redacción de provincia, un trabajo gris y mal remunerado, donde enterró sus sueños, muere dejando en un armario bajo llave varias novelas y una obra de teatro sin publicar.

Y "Vagalume", sin duda, es César, un discípulo aventajado de Manolo, que saltó de trabajar en la sección de Cultura del pequeño periódico, a ser un escritor de éxito.

Cuando César es avisado de la muerte de Manolo Castro, se convertirá en el lector improvisado de su obra. Una obra, y un oficio, que ha ocultado deliberadamente a todo su entorno. A su mujer, Elvira, a sus hijas Marta y Sara. A sus mejores amigos.

¿Por qué? Este misterio, leer entre líneas su obra oculta, descubrir al autor y sus motivaciones, encontrar las razones que llevaron a Manolo Castro a esconder una parte tan importante de su vida hasta parecer ahora un gran desconocido, es el leit motiv de una trama que, en el fondo, Llamazares utiliza como excusa para hablar de literatura, del oficio de escribir, de sí mismo. Porque, no siendo una novela de autoficción, no dejamos de intuir, en ningún momento, que hay en "Vagalume" un regusto autobiográfico que el autor tampoco pretende ocultar.

Al final, los porqués importan entre poco y nada y sí la construcción de la historia. La lectura como placer en sí mismo. El gusto por las pequeñas historias bien narradas.

Llamazares es la diferencia, desde el principio lo fue, entre la literatura y el producto que se vende mayoritariamente para una legión de lectores/consumidores. No puedo recomendarla indiscriminadamente. A Llamazares se llega por necesidad en el viaje, no es parada turística obligada.

Literatura, literatura... qué pocos escritores hay, aunque a estas alturas parezca una paradoja.

Te esperamos en Entre Libros.
Enlace: https://www.facebook.com/pro..