De todos modos, no tenía sentido pasar el rato lamentándose. Los moratones desaparecerían, como siempre, y mañana sería otro día.
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De todos modos, no tenía sentido pasar el rato lamentándose. Los moratones desaparecerían, como siempre, y mañana sería otro día.
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Miró sus manos. ¡Cómo las odiaba! Estaban impregnadas de belleza y de muerte, en una combinación imposible de conjugar pero con la que se veía obligado a vivir.
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El problema es que, si no dejas que nadie pase al otro lado del muro por miedo a que resulte un enemigo, también terminas por dejar fuera a los amigos.
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Ya es hora de seguir adelante, de dejar de lamentarse por lo que podría haber tenido y alegrarme de lo que de hecho tengo.
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La tranquilidad que reinaba en la calle, era una liberación, nadie más circulaba afuera, el único ruido que escuchaba era el de su respiración
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Pero hay cosas que deben seguir siendo privadas. Y eso fue lo que le dije. No se si me hizo caso, espero que si. De lo contrario, lo único que conseguí, fue, la infección de vejiga que me lleve de su casa helada
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Eilert parecia un pájaro extraviado entre tanta magnificencia de pacotilla
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Habían pasado tantos años, y se habían destruido tantas vidas, que nadie saldría ganando con destruir una más
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Lo peor no eran los golpes. Era tener que vivir siempre a la sombra de los azotes, vivir a la espera de la próxima vez, el próximo puñetazo. Su crueldad era terrible, pues él era bien consciente de su miedo y jugaba con él. Alzaba la mano para asestarle un golpe, pero luego la dejaba caer despacio convirtiendo el gesto en una caricia acompañada de una sonrisa. A veces le pegaba sin motivo aparente. Así, sin más. Aunque por lo general, no necesitaba ningún motivo, sino que, en medio de una discusión sobre lo que iban a comprar para la cena o sobre qué programa de televisión iban a ver, el puño de lucas salía disparado contra su estómago, su cabeza, su espalda, o cualquier otro lugar que se le antojase. Después, sin perder el hilo ni por un instante, seguía con la conversación como si nada hubiese sucedido, mientras ella yacía en el suelo hipando para recuperar la respiración. Era el poder lo que le causaba tanta satisfacción.
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Ahora ya desaparecía de verdad. Gentes extrañas la tocarían y trastearían en su cuerpo. Ninguno de ellos sería capaz de ver su belleza como él lo hacía. Para ellos sólo sería un trozo de carne. Un número en un documento, sin vida, sin fuego.
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10 negritos