Març de 1953. Stalin ha mort. Ho sabem des d'ahir al vespre. La tristesa és obligatòria a l'internat.
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Març de 1953. Stalin ha mort. Ho sabem des d'ahir al vespre. La tristesa és obligatòria a l'internat.
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Llegeixo. De manera gairebé malaltissa. Llegeixo tot el que em cau a les mans, tot el que tinc a la vista.
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Lo que nunca se podrá medir es el papel nefasto que ejerció la dictadura en la filosofía, el arte y la literatura de los países del Este.
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Sé que nunca escribiré el francés como lo escriben los escritores franceses de nacimiento, pero lo escribiré como pueda, lo mejor que pueda. No he escogido esta lengua. Me ha sido impuesta por el destino, por la suerte, por las circunstancias. Estoy obligada a escribir en francés. Es un desafío. El desafío de una analfabeta.
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Cómo explicarle, sin ofenderle, y con las pocas palabras que sé de francés, que su bello país no es más que un desierto para nosotros, los refugiados, un desierto que hemos atravesado para llegar a lo que se llama "integración", "asimilación". En ese momento, todavía no sé que algunos nunca lo lograrán.
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En la fábrica, toda la gente es agradable con nosotros. Nos sonríen, nos hablan, pero no entendemos nada. Aquí es donde empieza el desierto. Desierto social, desierto cultural. A la exaltación de los días de la revolución y de la huida le siguen el silencio, el vacío, la nostalgia de los días en los que teníamos la impresión de participar en algo importante, histórico quizá: el mal del país, la falta de la familia y de los amigos. Esperábamos algo al llegar aquí. No sabíamos qué esperábamos, pero ciertamente no era esto: jornadas de trabajo tristes, veladas silenciosas, esta vida solidificada, sin cambios, sin sorpresas, sin esperanza.
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Para escribir poemas, la fábrica está muy bien. El trabajo es monótono, se puede pensar en otras cosas y las máquinas tienen un ritmo regular que ayuda a contar los versos.
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Las ganas de escribir vendrán más tarde, cuando el hilo de plata de la infancia se haya quebrado, cuando vengan los días malos y lleguen los años de los que diré: No me gustan. Cuando, separada de mis padres y mis hermanos, ingreso en un internado de una ciudad desconocida, donde, para soportar el dolor de la separación, solo me queda una solución: escribir.
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[...], mi enfermedad de la lectura me traerá sobre todo reproches y desprecio: -No hace nada. Se pasa el día leyendo. -No sabe hacer nada más. -Es la tarea más pasiva de todas. -Perezosa. Y, sobre todo, "Lee en vez de...". ¿En vez de qué? -Hay miles de cosas más útiles, ¿no? |
Kristof acabará siendo una escritora exiliada y de algún modo desclasada, pero no periférica, porque el corazón de su época es técnico y ella será una de sus operarias. ¿Un ritmo puede ser la raíz de una obra? ¿Cómo se escribe una lengua que se aprende en los descansos de una cadena de montaje, fumando cigarrillos en el baño junto a encantadoras compañeras iletradas?
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¿Con qué frase empieza esta novela?